Secciones
Servicios
Destacamos
Todo el mundo está hablando de esto con las emociones bien puestas. El órdago de Sánchez se está llenando rápidamente de lugares comunes que nos dividen, entre ellos la idea misma de órdago. Se está enfocando este asunto con las luces cortas de la inmediatez ... y la sorpresa, aunque seamos conscientes de las largas consecuencias que vendrán. Si nos fijamos en los efectos inmediatos de la carta de queja y las jornadas de reflexión del presidente junto a su esposa, veremos que se trata de un órdago con varias aristas. Es un desafío total que nos lanza quien sabe bien que ha construido su imagen hablando reiteradamente del valor de la resistencia, por lo que a nadie le resultará extraño que finalmente diga que va a resistir (veríamos de qué forma). También es una suerte de sondeo de urgencia sobre las energías movilizadoras del PSOE. Y es asimismo una apuesta de Pedro Sánchez por su propio futuro político y personal, a costa de mostrarse trágicamente expuesto al albur de una posible catarsis escénica, en los tablados de un presente angustioso.
Por último, y ahí sí que está la novedad histórica de la cosa, es una llamada emotiva y romantizada que Sánchez quiere hacer llegar más allá de la militancia socialista, hasta los dirigentes e incluso la militancia y el electorado de las izquierdas a la izquierda del PSOE, las radicales y las soberanistas. Pedro Sánchez está pidiendo cuidados. Y es muy consciente de que ese sintagma –la política de los cuidados– es una idea fetiche para las nuevas izquierdas, el feminismo y los nuevos movimientos sociales.
Habrá un antes y un después para Pedro Sánchez y el PSOE pero asimismo para el resto de las fuerzas políticas. ¿Como ha caído a derecha e izquierda esa losa gruesa y pesada que Sánchez ha lanzado sobre el mar agitado de la política española? La superficie, a la vista está, se va encrespando más y más, al ritmo de las horas. Si las derechas aumentan el tono de la gresca, el PSOE y Sumar se reagrupan en apoyo de Pedro Sánchez.
La derecha responde echando mano de más diatribas 'ad hominem' (se muestra tan dolido por victimismo y falta de madurez). En un ambiente belicoso las voces que más resuenan no suelen ser las más sensatas. Habrá mucha gente de derechas que se sentirá desorientada y hasta con desazón por el grosor que va adquiriendo la discordia, pero indudablemente se escucha mucho más a los más malotes del suelo ultra y a los que, como el propio Feijóo, se dejan llevar por esa espiral. Serán pocos, pero están bien asentados como figurones de la guerra cultural. Pocos y diversos, pero entrelazados por el hilo de tres fobias sociohistóricas: las que permanecen enquistadas porque crecieron gracias al franquismo sociológico y a la nostalgia de la dictadura, las que sobrevinieron tras los atentados del 11-M de 2004 y las subsiguientes teorías de la conspiración, y las que se generaron con el ciclo 15M-Podemos y una crisis del sistema político de representación que no se ha resuelto.
Esas tres fobias de las derechas confluyen en la actitud y el discurso de quienes ven la política como un terreno de lucha, caza o guerra, los que huelen la debilidad y la sangre del enemigo (ahora Pedro Sánchez), los que dicen que responden con la misma medicina a las protestas de la izquierda en espacios públicos organizando campañas de acoso frente a las viviendas de los líderes de la izquierda. Sin embargo, no todo se explica por la historia propia. En el repertorio de las políticas de presión de la derecha y la ultraderecha está pesando mucho el estilo Trump y el entregado protagonismo de una parte muy importante de la judicatura, ostensiblemente escorada a favor de la fronda antisanchista.
¿Y qué agitación estará provocando el lanzamiento de Pedro Sánchez en las aguas profundas de una izquierda dividida entre sí y al mismo tiempo coaligada con él en acuerdos parlamentarios y en el Gobierno de coalición? Ocioso sería reiterar aquí la lista de renuncias de Unidas Podemos y de Sumar al gobernar con el mismo secretario general del PSOE que habría gobernado sin despeinarse con Ciudadanos. Ahora, el órdago de Sánchez les añade una obligación no prevista e indeseada: cuidarle. ¿Será posible que hagan tal cosa –cuidar a Sánchez– quienes a su vez se han dividido al interpretar la política de los cuidados dentro de sus filas, maltratándose entre sí incluso cuando sobre ellos también arreciaban las campañas de acoso de los extremistas de derechas?
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.