Secciones
Servicios
Destacamos
Sabíamos que la legislatura no sería fácil y que tendrían que hacerse juegos malabares para cuadrar los círculos de una geometría tan variable como volátil. Pero siempre pueden volverse más negros los peores pronósticos. Hay quien recuerda que no hay una mayoría progresista respaldando al ... Gobierno. Y eso es algo totalmente cierto porque la gente de Carles Puigdemont hereda los principios neoliberales del pujolismo y está hermanada ideológicamente con Alberto Núñez Feijóo. Pero hete aquí que Junts facilitó finalmente la convalidación de dos decretos, mientras Podemos decidía poner palos en las ruedas y tumbar el que modifica la protección por desempleo, acaso porque lo promueve Yolanda Díaz desde su Ministerio de Trabajo. Bien pensado, no debería ser ninguna sorpresa dado el comportamiento que mantuvo dentro del Ejecutivo de coalición anterior. Podemos decidió presentarse a las elecciones con Sumar para conservar algunos escaños y salvar los muebles, pero enseguida se ha alejado de esa formación para marcar perfil propio. Se diría que su prioridad es que Irene Montero tenga unos ingresos como eurodiputada y escorar los resultados de las elecciones gallegas.
Cuán deseable sería que la polarización política se pusiera entre paréntesis de vez en cuando. Quienes representan a la ciudadanía deberían ser lo suficientemente responsables como para olvidarse siquiera de forma momentánea de sus intereses partidistas y fraguar consensos. Sería lo suyo si contáramos con políticos morales que alzapriman la ética y no se contentan con invocarla mientras la desmienten con su proceder. Más que discutirse alternativas a unas u otras medidas, los apoyos dependen de contentar a las propias huestes. De los tres decretos sometidos el miércoles al pleno del Congreso, dos salieron adelante tras un desenlace propio de 'Match Point' y otro fue desestimado. Poco importa que estuvieran en juego medidas anticrisis y la recepción de fondos europeos. Todo un aviso para navegantes.
Las votaciones parecen regirse por una desquiciada lógica propia de la ruleta rusa. La reforma laboral fue aprobada gracias a un voto erróneo. Cada partido confía en que haya incidencias de última hora y eso le permita hacer de su capa un sayo. Los argumentos brillan por su ausencia y son reemplazados por las descalificaciones genéricas. Ese comportamiento merece una reprobación colectiva por parte del auténtico depositario de la soberanía. Lo malo es que se traduce por desgracia en una creciente desafección política. Pablo Iglesias explicaba recientemente que Podemos tiene muchas bajas porque su militancia se va para seguir viviendo de la política. Es curioso que lo afirme alguien bajo cuyo liderazgo se fueron muchas personas cuyo compromiso con el proyecto no pasaba por ganarse así la vida. La política debe ser una vocación y no una profesión, aunque nos parezca mentira.
Tampoco la política debe ser el arte del simulacro y la hipocresía. Resulta desolador ver cómo, en lugar de abordar los problemas y plantear soluciones a los mismos, las administraciones de distinto signo político responsabilizan a sus adversarios para escurrir el bulto. Lo de menos es que las costas gallegas estén inundándose de plástico. En lugar de colaborar y aparcar diferencias, los responsables del Gobierno autonómico culpan al Gobierno central y se quedan tan contentos, pendientes como están de las próximas elecciones autonómicas y de que no se asocie la nueva catástrofe con otras anteriores, como la del Prestige, cuya gestión fue manifiestamente mejorable con administraciones del mismo color político. Entonces fueron unos «hilillos» y ahora son unas «bolitas» que a este paso hasta podrían servir como aderezo gastronómico. Uno se pregunta si logran engañarse a sí mismos con tantas pamplinas.
La polarización y el cainismo que presiden las perversas reglas del actual juego político, solo favorecen la radicalización y fomentan el odio. Las parodias de linchamiento y tortura responden a un tensionado ambiente social donde no se miden los excesos verbales y la violencia que supone identificar chivos expiatorios cuya eliminación supone la panacea de todos los males habidos o por haber. Hace poco hubiera sido inimaginable que las calles de algunas ciudades europeas acogieran manifestaciones donde se reivindica el fascismo. Pero nos estamos acostumbrando a tolerarlo, como si no estuviéramos avisados del peligro que representa darles carta blanca y considerarlos un discurso más o incluso el buen lado de la historia como hace Isabel Díaz Ayuso. Ella es quien maneja la brújula política del PP y el rumbo a seguir está muy claro. Como de costumbre lo ha resumido a la perfección: «Al Gobierno, ni agua».
No parece tratarse de orientar la nave, sino de hundirla con la ciudadanía dentro. Las votaciones del pleno del miércoles lo dejaron muy claro. El Gobierno tendrá que navegar entre Escila y Caribdis. Pero al menos hay alguien al mando que sabe fungir acuerdos y no se arredra frente a las dificultades para ejercer sus funciones.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.