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Lola Dueñas, 'La Mesías' que más miedo da, ha dicho que, después de vivir años fuera, ha llegado a la conclusión de que lo mejor ... de lo mejor es España. La gracia de mi hijo Roque, que a los 30 años dijo 'abercoque'. Aunque España tiene sus cosas.
En 'Madrid, 1921, un dietario', Pla escribe: «¡Dicen que España es un país profundo, de intensidad! ¡No sé, no sé! España es un país tan enormemente superficial, tan lleno de cosas superficiales, tan desordenadamente superficial, que quizá sea el 'trompe l'oeil' de este desorden y de esta abundancia sensorial lo que crea la trampa de la profundidad». Pero es que no es por ser profunda o por ser tierra de María (hoy es la Purísima) por lo que nos gusta.
Tampoco por ser martillo de herejes o luz de Trento (Menéndez Pelayo). Es más porque, como decía el duque de Wellington (qué gran Rupert Everett en 'Napoleón'), es el único lugar del mundo donde dos y dos no suman cuatro. Y no hemos cambiado mucho.
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