De la ejemplaridad al 'síndrome teflón'

La Fiscalía europea va a investigar a Ursula von der Leyen en el 'caso Pfizer'. La presidenta de la Comisión Europea, que opta a la reelección, parece haber infringido las normas de transparencia de la UE al denegar la entrega de los SMS intercambiados con el consejero de Pfizer, Albert Bourla. El asunto se remonta a 2020, cuando Von der Leyen se ocupó de la gestión de las vacunas para atajar el covid-19. En 2022, la Defensora del Pueblo Europeo, Emily O'Reilly, acusó a la presidenta de mala praxis: «Cuando se trata del derecho de acceso público a los documentos de la UE, lo que importa es el contenido del documento y no el dispositivo o la forma. Si los mensajes de texto se refieren a políticas y decisiones de la UE, deben tratarse como documentos oficiales». En 2023, un ciudadano belga y 'The New York Times' denunciaron a Von der Leyen para acceder al material crítico no entregado.

Esta investigación, en vísperas del escrutinio europeo, parece una advertencia sobre las interferencias en las funciones públicas, la corrupción y el conflicto de intereses en las trayectorias de los representantes. Saint-Just proponía declarar en el ayuntamiento la lista de los amigos. Ningún distanciamiento entre los actos y los discursos es tolerado, y «todos los aspectos de la identidad de los gobernantes son examinados por los ciudadanos», exigía. Maquiavelo defiende que la ejemplaridad no es forzosamente necesaria. Lo que cuenta es tener la apariencia de ejemplar, cualquiera que sea tu conducta. El Príncipe es virtuoso en tanto hace lo que le es útil, comprendido abrazar el mal. La finalidad es siempre conservar el poder «por el bien del pueblo».

Hoy el contenido de la ejemplaridad es la probidad: honradez, integridad en el actuar. Su ausencia es causa de rescisión de contrato en la legislación de algunos Estados. Esta cualidad de cumplimiento que permite fiarse de una persona no siempre está presente en los responsables políticos. Suscitar la virtud en los individuos depende de la educación y de la creación de una cultura política adecuada.

La rectitud y ecuanimidad de las instituciones es la otra pata de una saludable transparencia de la vida pública. Montesquieu desarrolla el vínculo entre democracia y virtud proponiendo un análisis político, y no moral, de la corrupción. «No se puede contar con la virtud individual ni con la virtud cristiana», explica el filósofo. «Hay que pensar en el equilibrio de poderes y de contrapoderes, de tal suerte que las ambiciones se recriminen».

La exigencia de ejemplaridad se perfila según los casos, aparece ambivalente. A veces corresponde a la aplicación de reglas en un contexto no jurídicamente afectado. El exministro galo François de Rugy, 'caído' en 2019 por sus cenas fastuosas con cargo al Estado cuando era presidente de la Asamblea, no había infringido la ley, simplemente la decencia ordinaria. ¿Dónde empieza y dónde termina el 'deber de ejemplaridad'?

También en el Hexágono, Marlène Schiappa, ¿falta al mismo deber cuando posa para 'Playboy' que cuando es encausada por los 'fondos Marianne'? Sobre el reportaje de la ministra de Ciudadanía, la entonces jefa del Gobierno Elisabeth Borne repitió lo dicho cuando los testículos de su ministro del Interior, Gérald Darmanin, circulaban en las redes: «En el campo de lo que no es penalmente reprochable, existen comportamientos que no tenemos ganas de ver», estimaba Borne en 2022. Incriminada, Schiappa cedió el puesto por «desvío de fondos» y «abuso de confianza» en la atribución de 2,5 millones destinados a prevenir la radicalización tras el asesinato del profesor Paty.

Si ciertos actos no prohibidos por la ley son reprobados por los ciudadanos, ciertos comportamientos delictivos son tolerados. No rechazan sistemáticamente a un responsable político implicado en un caso de corrupción. Es el 'síndrome teflon', que se atribuye a las personas sobre las que las condenas no se agarran. La ceguera sobre ciertos gobernantes se relaciona con otra acepción de 'ejemplar': la superioridad en valor o el carácter excepcional de un ser.

Los electores republicanos que otorgan a Donald Trump un verdadero culto padecen el 'teflón'. El multiinculpado pretende regresar a la Casa Blanca en 2025 sin haber expresado el menor arrepentimiento y sin la mínima excusa por la mayor y más grave desestabilización de los equilibrios políticos estadounidenses desde la Guerra de Secesión (1861-1865). Subyugados o complacientes, ¿qué hace falta para espolear la decencia?