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En su libro Cities in evolution (1915), del que Lewis Mumford (gran erudito, humanista, intelectual y crítico de urbanismo y arquitectura) reconoció que «fue como una estrella, cuando solo una brilla en el firmamento», el sociólogo escocés Patrick Geddes adelantaría una visión de las ciudades ... que ha llegado hasta nuestros días pasada por el filtro de otros autores, como Jane Jacobs o Jan Gehl, y que reposaba en la necesidad del análisis de su complejidad como organismo afectado por múltiples disciplinas e influencias para abordar luego su mejora y renovación. Dio ejemplo de ello cuando fijó su residencia en una Royal Mile edimburguesa entonces húmeda, oscura e insalubre sobre la que aplicó su teoría (y práctica) de la 'cirugía conservativa' para su regeneración hasta propulsarla como calle de referencia en la actual Edimburgh.
En las Escuelas de Arquitectura Geddes no es un personaje frecuente ni (re)conocido, pero su influencia en el urbanismo y la ciudad moderna son notables y, como en el caso de Jacobs, se basa en su observación del lugar, proponiendo acciones de rehabilitación antes que de sustitución, respetando el patrimonio arquitectónico y cultural y dando soluciones fruto del análisis detallado de las preexistencias. Tomar literalmente entre sus manos uno de los «closes» de la Royal Mile en estado casi medieval y de suburbio (tanto el patio como su fachada) y llevarlo a ser un espacio vividero y valioso para la ciudad constituye, sin duda, una operación de regeneración urbana canónica, puesto que actúa tanto sobre lo arquitectónico como sobre el espacio urbano y, al mismo tiempo, está abordando un problema social en el tejido donde se produce la acción.
No faltará quien denomine esto con un término que, aunque surgido en el año 1964 en un texto de Ruth Glass para la introducción de un libro de ensayos académicos titulado 'London: Aspects of change', está muy de moda en el urbanismo actual por diferentes motivos, y es el de 'gentrificación'. La palabra es fea, eso sin duda. Ni siquiera está aceptada por la RAE, y en el propio New York Times llegó a plantearse en su momento (el día 23 de diciembre de 1985) si era una 'dirty word', una palabrota... Tal es la tensión que provoca la nominación con este neologismo de los procesos urbanos en ciertos barrios donde la población original acaba saliendo por la entrada de un tejido social con un mayor nivel adquisitivo, que sus más simples connotaciones pueden llevar a estigmatizar iniciativas que solo buscan la regeneración urbana de un espacio concreto de la ciudad.
En este afilado borde entre rehabilitar edificaciones (incluso sustituirlas si es que fuera preciso) y reurbanizar espacios de forma coordinada, por un lado y, por otro, regenerar el tejido social y demográfico existente en esos ámbitos, se mueve, pues, el asunto de la regeneración urbana, que tan importante es para cualquier ciudad, y Santander no escapa a ello. Un valor incuestionable para la ciudad, la regeneración urbana, debe equilibrar el respeto a la población residente con la entrada de nuevos habitantes que, en el fondo, serán los que habiliten la bondad final de la actuación por el atractivo que hacia el exterior haya producido ese proceso de renovación/rehabilitación. La regeneración, lógicamente, mejorará las condiciones preexistentes del ámbito afectado, pero, por idéntico motivo, también ampliará su atracción real hacia nuevos moradores, que querrán ocupar ese espacio urbano nuevamente caracterizado y revalorizado, lo que constituye un aspecto difícilmente evitable.
Santander tiene ubicaciones sobre las que la regeneración urbana es un asunto inminente donde el Plan General habrá de tomar la iniciativa sin esperar a su futura revisión. Algunos de ellos serían, por nombrar los más conocidos, el área del Arrabal de Fuera, muchos grupos de vivienda tradicionales (Barrio del Rey, Quinta Porrúa, Entrehuertas, Grupo San Francisco o Colonia Universidad, que son tan solo algunos pocos de un listado de más de setenta), zonas con edificios en ruinas (una parte de las Acacias, por ejemplo) y espacios menos conocidos pero igualmente sensibles.
Patrick Geddes empezó por su propio patio en Edimburgh, sigamos ese camino y que las palabrotas no aturdan con su ruido los objetivos loables del urbanismo cívico y de proximidad.
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