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Los Beatles realizaron su última actuación en directo, con público, el 29 de agosto de 1966 en San Francisco. Estaban hartos de no escucharse a sí mismos por los gritos constantes de las fans. Personas que iban a los conciertos no a escuchar, sino a ... ser coprotagonistas. La locura de la beatlemanía eclipsó, por suerte de manera momentánea, su propia esencia: la música. Ringo Star, el batería de los 'cuatro fabulosos', cuenta que los gritos de las fans impedían que él, que se situaba detrás de los guitarristas y cantantes, escuchara a sus compañeros. «Tocaba -decía Ringo- fijándome en el movimiento de los culos de Paul y John. Por su ritmo sabía que parte de la canción estábamos interpretando». Aquella situación condujo a que el grupo musical más importante del siglo XX dejara los escenarios. Únicamente grabaron su actuación en directo, en el tejado de Abbey Road, para el disco que lleva ese nombre.
Los políticos europeos imitan ahora a los genios de Liverpool y abandonan los grandes escenarios, los mítines en plazas toros y los baños de masas. Trabajan las redes sociales e intoxican sin tasa con todos los vehículos de comunicación a su alcance. El ruido de su torrente de palabras ha crecido tanto que, como los Beatles, ya no se escuchan a sí mismos. La diferencia es que Paul, John, Ringo y George tenían en su cabeza la música y la letra. Muchos representantes del pueblo han perdido la memoria y el ritmo.
El ruido producido por los políticos ha dejado sordas a muchas personas que demás del oído han perdido la fe. Un ejemplo lo hemos visto en el debate del estado de la región, en el Parlamento de Cantabria. El gobierno no ha rendido cuentas de lo realizado en el último año, ni en los siete que asume ya el bipartito PRC/PSOE. Se ha limitado a reiterar promesas y a exhibir el apolillado muestrario de ofertas, liebres mecánicas e infografías. Siete años de ruido, palabras y más palabras para consumir tiempo. Los políticos son elegidos para cumplir un programa o al menos intentarlo. En el presente producen sonidos solamente para consumir tiempo y de esa forma prolongar su etapa de gobierno. No interesa hacer balance y mucho menos si se pretende evaluar los logros, no ya en una legislatura, sino en cuarenta años de autonomía.
Como Ringo Star, los diferentes departamentos gubernamentales no saben que pieza interpretan sus compañeros, pero siguen el ritmo mirando el movimiento del resto. Recuerdan los acordes clásicos y basta con cambiar la ciudad del cine por La Pasiega o los miles de toneladas de zinc que se esconden en las profundidades de Torrelavega, por un tren, medianamente útil, entre Santander y Madrid.
Cuando un miembro del grupo desafina o salta de una pieza a otra, el resto trata de minimizar el daño. Si determinados proyectos estrella se quedan fuera de las prioridades europeas, se pasa del pop al folkclore y se repite lo de Bosio y Martín: «Tocamos la misma, pero más fuerte». Cualquier argumento es válido con tal de no reconocer la realidad y mantener la ficción de la arcadia feliz. Los datos estadísticos se mantienen en la pizarra, pero el ruido ciega sus ojos y sigue la función. Falta entusiasmo y ante eso el líder la banda (de rock) recurre al pensamiento negativo: «Es preciso seguir en el poder, porque no hay alternativa que se asemeje».
Una de las más ambiciosas apuestas de los últimos lustros en Cantabria fue el bautizado por Revilla como 'El proyecto del siglo': la creación, en el seminario mayor de Comillas, de un centro de excelencia para aprender español y para formar profesores de ese idioma en el extranjero. Se invirtieron millones en restaurar una parte del edificio, pero los miles de alumnos nunca llegaron y el centro de formación profesional que concibió Antonio López, marqués de Comillas, y que fue convertido por su hijo en un seminario, languidece en la villa de los arzobispos. Hace unas semanas aquella idea de llenar Comillas de chinos ha recibido la puntilla al aprobar el gobierno de España un Observatorio Global del Español... en La Rioja. Esa opción hubiera sido una salida airosa para reflotar el actual Centro Internacional de Estudios Superiores del Español (Ciese).
Los Beatles abandonaron los escenarios cuando comprobaron que el ruido ambiente les impedía interpretar sus propias canciones. En Cantabria los dirigentes, regionales y municipales, parecen estar aturdidos por la ola de sonidos que llegan desde toda la geografía. La diferencia es que siguen tocando, aunque sea por inercia.
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