Ruina en el centro de Santander
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Dos décadas lleva el Cabildo de Santander acumulando edificios en ruina, escombros, promesas políticas y planes urbanísticos con nombres ampulosos pero que nunca se cumplen. Esta semana hemos conocido el enésimo intento de arreglar un barrio abandonado y marginado al que apenas le separan 100 ... metros del despacho de la alcaldesa. Dicen ahora el Ayuntamiento, el Gobierno regional y el Estado que convocarán un concurso de ideas para decidir las actuaciones y, además, crearán una comisión mixta para debatir sobre su futuro. Con estas noticias no puede sorprendernos la frustración de todo un barrio. ¿Debatir sobre su futuro tras veinte años viendo como algunas viviendas se vienen abajo literalmente? ¿Un concurso de ideas cuando lo que hace falta es poner dinero y voluntad encima de la mesa?
En el Cabildo es más fácil ver un solar vacío o piedras amontonadas que un edificio sano. Muchos vecinos se han ido y los que quedan ya no se creen las buenas palabras que llegan desde los despachos. Lo triste es que esa incredulidad no es nueva, tiene tantos años como la historia trágica que sufrió el barrio en diciembre de 2007. Fue en esa fecha cuando Gumersinda Colmenero; su hijo, Jesús Manuel Gómez; y Teodoro Raúl Monzón Flores murieron. Se les vino encima la casa por culpa de unas obras en el edificio contiguo. A nadie le cogió por sorpresa. En los últimos dos años se habían desplomado total o parcialmente ocho edificios en la zona, y otros diez habían sido derribados debido a su estado ruinoso. Aquel fatídico día, hasta el propio Miguel Ángel Revilla reconoció al acercarse al Cabildo: «La verdad es que todo el área está de pena».
Desde entonces se han amontonado las promesas en forma de siglas para rehabilitar el barrio: ARI, ARCU, ARU, ARRU, Pepri. Da igual lo que signifiquen, ninguna ha servido para nada. Han dado lo mismo las concentraciones vecinales, las páginas de periódico, las horas de radio y las tres campañas electorales en cuatro legislaturas distintas. Hay tantos intereses urbanísticos en una zona tan codiciada de Santander, el mismo centro de la ciudad, que cualquier plan de regeneración se topa con un muro cuando llega la hora del dinero.
El remate para los vecinos llegó con la anulación del Plan General de Santander. Se ha hablado mucho de la paralización del desarrollo urbanístico de Santander por esta decisión de los jueces, pero el varapalo para la rehabilitación de este barrio fue muy grande. Lo sigue siendo. «Estamos cansados y desanimados, vemos cómo se van derribando edificios que están en ruina y no se reconstruye nada. Vemos que el barrio va a peor y que esto no parece tener solución», reconocieron hace tres años desde la asociación vecinal. Y nada ha cambiado desde entonces. Bueno, sí, que ahora llega una nueva remesa de planes y buenas intenciones, y que en El Sardinero apenas se han tardado unos pocos meses y un buen puñado de millones en reformar la Plaza de Italia. Y no, no es demagogia.
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Ana del Castillo
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