Bailar la muerte

Vivimos bajo un bombardeo constante de imágenes impactantes. Algunas nos intimidan. Otras nos asustan. Otras ya ni nos pellizcan, pese a tener motivos de peso para ello. ¿Hemos acostumbrado a nuestras retinas a un ritmo frenético de archivos terroríficos? ¿Nos volvemos inmunes al poder de ... las imágenes o nuestro cerebro no puede procesar tanto sobrecogimiento? He visto caer de azoteas a gente imprudente que busca el selfie extraordinario y que le termina costando la vida. Todos nos hemos sobresaltado con vídeos de bullying en patios escolares. Durante un tiempo en mi Instagram me aparecían imágenes de choques de tráfico «espectaculares» sin haberlos buscado previamente. Al llevar todos una cámara en nuestro teléfono, y en un mundo tan globalizado, cualquier imagen escalofriante del otro lado del planeta se cuela en tu dispositivo –y en tu vida– en cuestión de segundos. Todo se graba. Todo se comparte. Lleva días ocupando mi mente un vídeo que un conocido me envió en esa maraña de comunicación que creamos entre todos al reenviarnos archivos que sientes que has de compartir. Un viudo bailaba de una manera sutil y bella frente al féretro de su mujer, una profesora que había sido asesinada vilmente por un alumno, apuñalada por la espalda. El baile de ese marido desgarrado por el dolor, sobre la fabulosa canción 'L-O-V-E' de Nat King Cole –en su versión francesa–, ha turbado mi calma durante días, apareciendo de manera recurrente en mi pensar. Más que danzar, flotaba sobre la preciosa composición. Como si bailara con su amada, como –supongo– tantas veces había hecho anteriormente. Como cantó el genio Aute, estamos aquí de paso. Hay algo que nos iguala a todos: un día será el último. En algún momento dejaremos de habitar este planeta. No sé cuándo será mi último día, pero me encantaría que al siguiente, en mi despedida final, alguien bailara para mí de esa manera tan de verdad. Ese vídeo podría haber sido uno más de esos que pasan de soslayo frente a mis ojos, pero no. Se instaló en mi sentir durante días. Y sé que ya no podré volver a escuchar 'L-O-V-E' de Nat King Cole sin ver frente a mí la imagen poética de ese caballero bailando la muerte.