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La modernidad no acostumbra a mirar hacia atrás. Aunque ahora –contradictoriamente– lo vintage (una manera poética de decir «viejo») está en auge.
En el mundo de la música el artista «de actualidad» no suele citar las fuentes de las que ha bebido. Tal vez por ... miedo a que se le noten las costuras y perder originalidad, como si algo no estuviera inventado. No sé por qué casi siempre lo moderno reniega de su origen. Al final, todo compositor resulta del agite de la coctelera de sus influencias. Y como bien dice esta frase –tan de padres–, «de bien nacido es ser agradecido».
Cuando una canción entra en tu vida es para siempre. Y cada vez que la escuchas viajas de nuevo a ese lugar de tu pasado. Un maravilloso teletransportador. Por eso mi abuela Julia, con su terrible alzhéimer, nunca dejaba de entonar con precisión las canciones de su vida. Por más que no reconociera a su marido cuando le hablaba. El otro día estaba parado en la calle y se me acercó una mujer de unos 30 años –soy pésimo calculando edades– y con toda la educación del mundo me soltó un: «Eres la banda sonora de mi vida, gracias». Allí me quedé, noqueado ante esa afirmación tan bella como inesperada.
para acompañar la lectura: 'Agradecido', de Rosendo.
No hace tanto tiempo en España no existía este tejido de festivales, ni este circuito de salas de conciertos, ni recitales de grupos nacionales en grandes estadios… Por no haber, no había camerinos. Lo más parecido a ellos era un almacén de bebidas o un frío vestuario deportivo. El incombustible Loquillo (a gira por año). Luz Casal (con su actual tournée, de una emoción y una estética superlativas). Cristina Rosenvinge (siempre en la vanguardia). El resurgir de mi querido Ramoncín (cantando ahora mejor que hace treinta años). Mi amigo Enrique Villarreal (El Drogas), que acaba de hacer su gira más extensa y exitosa. El gran Robe publicando discos maravillosos. Sabina y la magnífica despedida de gira la pasada semana en el Wizink Center de Madrid. Aute, Rosendo… La lista no cabe en esta columna que hoy –último suspiro del año– rinde humilde tributo. Algunos nos dejaron físicamente –su música permanece–, otros se cortaron la coleta. Muchos morirán sobre las tablas, con las botas puestas. Algunos han llegado justos de fuerza a estas latitudes, otros gozan de una eterna juventud. Unos llenando estadios, otros tocando en salas… No se mide la calidad de la obra por el número de público que acude a los recitales, ni mucho menos por los 'followers' o 'likes'. Es de ley ir hacia delante, seguir haciendo camino, a la vez que agradeces a los que abrieron trazada entre la angosta maleza, dignificando el oficio. Gracias.
Feliz año a todas y a todos los que estáis al otro lado de este texto.
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