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La semana pasada me hice un 'chequeo' general. Me daba una pereza terrible, ya que me sonaba a ITV del cuerpo, a mañana incómoda y ... perdida. Era algo que iba aplazando desde que me cayeron los cuarenta. No por miedo al resultado –soy cero aprensivo, que no inconsciente– sino por desgana. Mi predisposición a acudir al médico es igual a la del zángano a trabajar en la colmena. Entre los diferentes 'talleres' del hospital me llevaron a un box donde me realizaron un electrocardiograma. Al finalizar, no me colocaron una pegatina de color en la que pusiera que puedo caminar por la vida –de manera segura y legal– hasta la fecha marcada de una futura revisión. Pero tras las numerosas pruebas me enviaron unos documentos con una cantidad de números y porcentajes indescifrables para mí. Menos mal que mi amiga Gloria –mi salvadora– me dijo que todo estaba en orden, que este roble campurriano aún se mantiene firme. Y eso que está la actualidad a prueba de electrocardiógrafos, toma palabro. Qué sería de la vida sin tanto sobresalto. Queremos un caminar sin muchas curvas ni baches, estable. Y eso es algo utópico. La vida zarandea. La vida da, quita, agita…
En lo que al fútbol atañe, nuestro Racing una de cal y una de arena. Abonados sí, pero a los microinfartos. Esto huele a 'doligusto' hasta la última jornada. Problemas del primer mundo, o –más bien– de la primera posición. Nada grave, pero el corazón se lleva sus zarandeos. En el plano político todos los focos los acapara Trump, y él parece encantado. Estoy de la palabra arancel hasta el moño, oiga. Andan los países con más desconfianza hacia el vecino de lo habitual. A nivel local lo mismo, o conmigo o –muy– contra mí. Todos parecen querer elevar un metro más la cerca de su jardín. En redes sociales, a ver a quién lapidamos esta semana en el centro de la plaza del pueblo. Aunque ahora no se dice lapidar, la palabra correcta es cancelar. En lo social no hay semana que un vil asesinato –o su consiguiente juicio– no nos conmueva. Hace poco el de Castro, ahora es el de Liaño el que nos ha tenido en vilo. La semana que viene cuál será…
Así que ando yo con ansias de primavera, con sus bellas y suaves alteraciones. Todo seguirá igual de revuelto, o más. Pero con el clima primaveral se lleva todo de otra manera. Con tanto sobresalto me viene una línea de una canción de Estopa en la que siempre me veo reflejado y en la que los hermanos Muñoz están sembrados: «…y si la cosa se tuerce, pues nos cogemos y nos volvemos al pueblo». Por si acaso, estoy preparando mi lugar con alma en mi valle de Campoo, para cuando no pueda con tanto microinfarto y el cuerpo me pida calma. Pero aún me queda rock and roll. Por cierto, ayer me ha llegado un aviso postal advirtiéndome de que a la rula (mi furgoneta) hay que pasarle la incómoda e inevitable ITV.
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Ana del Castillo
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