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'La belleza', de Luis Eduardo Aute.
En el exceso de apariencia se pierde la esencia (perdón por el pareado). La otra noche, viendo en televisión el 'reality' sobre como subsistir en una isla desierta, me salió del alma: «Hemos caído en la trampa». A modo de lamento, viendo que el noventa ... por ciento de las mujeres que participan coleccionan operaciones de cirugía estética (?). Y en el plató, más de lo mismo, operaciones que despersonalizan y unifican rostros y cuerpos. Cierto es que las redes sociales han tenido mucho que ver. No voy a afirmar que son tóxicas, porque tienen sus bondades. Pero en este asunto restan más que suman. Y vaya por delante que esto no es un juicio, sino una opinión/reflexión personal.
Nos miramos por fuera más que nunca, y menos que nunca nos asomamos a nuestro interior. Es como si regaláramos un paquete vacío, pero lo envolviéramos con el mejor de los precintos posibles, y lo rematáramos con un gran lazo dorado. Es difícil gustarse por fuera si no lo haces antes por dentro, no al revés. Parece de perogrullo, pero lo olvidamos pronto. Nos bombardean con una supuesta belleza que está a años luz de lo natural.
A edades tempranas es aun más difícil discernir entre publicidad agresiva y realidad a pie de acera. Muchos adolescentes se encierran horas en el gimnasio para moldear su cuerpo, toman productos para potenciar sus músculos,… En mi juventud ninguno de mis amigos estaban 'cachas', no estábamos condicionados todavía. Más serio aun, no son pocas las personas con serios problemas de alimentación (he coincidido en mesas de restaurantes con profesionales de las redes sociales que hacían la foto del plato recién servido, la subían a sus redes y, sin darle un bocado, repetían la operación con el siguiente plato). Mucha gente se expone a el quirófano –cada vez a edades más tempranas– porque algunas partes de su anatomía, que al no estar asociadas al canon de belleza actual, no les agradan. Dicho canon –al ser artificial– se antoja inalcanzable, de ahí la condena a la eterna insatisfacción. También disponemos de cirugía digital a base filtros que modifican nuestros rasgos, embelleciendo –supuestamente– nuestro rostro en las plataformas digitales. ¿Realmente hemos caído en la trampa? Parece que solo vivirá en paz con su cuerpo –y consigo mismo– el que no caiga en ella. No hablo de cuidarse o no. No hablo de mimar o quemar la salud. Hablo de la tiranía de lo que nos quieren vender como bello. El 'has de tener'; el último modelo de teléfono, el mejor automóvil en el garaje de tu casa… ahora también llevado a el aspecto personal.
Pero estemos tranquilos, ya que en el mercado disponemos de los artículos idóneos para que lo consigamos. Encargándose de ello 'influencers' –como la palabra se ha devaluado ahora se estila 'creador de contenidos'– que nos venden productos que nos acercarán a ese canon. Resulta contradictorio que una misma persona nos quiera vender productos para alcanzar esa 'belleza' inalcanzable, y dos publicaciones después nos proponga comprarle un libro de autoayuda que acaba de lanzar a el mercado. Por si en esa difícil búsqueda de 'lo bello' no encuentras tu paz interior. Y en esta jungla que es la vida –llena de maleza que hemos de sortear para poder avanzar– nos hayamos con este nuevo peligro, con esta gran trampa.
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