Última llamada

Mientras una ola de solidaridad recorre el país, algunos políticos –de ambos lados, ya estamos con esto de los lados– se disparan reproches unos a otros mientras está todo por hacer. Mientras no aparezca el último de los desaparecidos, deberían tener todos el pico cerrado y trabajar sin descanso hasta encontrarlo. Es imposible construir desde la confrontación permanente, más aun reconstruir. Una tregua, por favor.

Todos tenemos algún familiar o alguna amistad en aquella bella tierra. Un amigo mío bajó a comprar tabaco y cuando volvía a su casa se vio sorprendido por la furia desmedida de la riada. Su fortaleza física hizo que aguantara abrazado a una valla desde las ocho de la tarde a las dos de la mañana, cuando finalmente pudo regresar a su edificio, donde ocho personas fallecieron en los garajes al intentar salvar sus coches de la que parecía una riada más. El drama no es virtual; una noticia en un periódico o un testimonio en redes sociales. El drama es real, y lo tenemos en casa. Ya llegará el tiempo de hablar sobre qué se pudo hacer mejor, ahora toca seguir buscando, y apoyar económica y psicológicamente a los damnificados.

No puedo dejar de pensar en la última llamada de aquella madre –con su bebé en brazos– a su mejor amiga para decirle que cuidara de sus otros hijos, a sabiendas de que lo que se venía era la oscuridad total. Una última llamada que ninguno deberíamos realizar. Amor y solidaridad.

(Recomendación sonora para acompañar la lectura: 'The sound of silence', de Simon & Garfunkel)