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Cantabria debe potenciar el crecimiento del sector ganadero haciendo un aprovechamiento energético inteligente del biogás. Ahora es el momento del biogás en Cantabria. Vivimos inmersos en un caldo de cultivo perfecto para hacer emerger y eclosionar esta energía renovable, la cual ha sido denostada históricamente ... a pesar del abrumador potencial con el que cuenta en nuestra región. Afortunadamente hoy en día sabemos en qué emplazamientos su viabilidad es máxima gracias al incuestionable nivel de madurez de la tecnología. En la medida en que el sector ganadero se está profesionalizando, el biogás es una oportunidad real de desarrollo para preservar y enriquecer el medio rural. Puede suponer la diferencia entre dar de comer a un sector o proporcionarle la caña para pescar su propio sustento.
Un poco de contexto. La guerra de Ucrania es un auténtico despropósito en pleno 2022, un paso atrás sin precedentes en la era moderna, la perversión del poder autocrático en máximo estado de efervescencia. En la trastienda del conflicto está la energía, principalmente el gas del que ahora todos conocemos que sirve para hacer temblar las economías europeas. Hablamos, por cierto, de un combustible fósil altamente contaminante que, junto a la gasolina, dispara nuestra factura y nos genera una dependencia energética que nos tiene en jaque, literalmente agarrados por las partes nobles. Lo curioso es que en Cantabria somos ricos en materia prima para hacer nuestro propio gas renovable con los purines de nuestra cabaña ganadera, una oportunidad para potenciar nuestro sector primario y contribuir activamente a mejorar el medio ambiente.
Para los más profanos en la materia diré que el biogás es la alternativa limpia a la tremenda dependencia que Cantabria y España presentan respecto al gas ruso y argelino; o incluso al innombrable fracking, un gol que a punto estuvieron de colarnos por la escuadra. En el caso del biogás lo más curioso es que la materia prima que principalmente necesitamos para generar energía son los purines y las deyecciones ganaderas, así como otros sustratos orgánicos que resultan nocivos para el medioambiente y de muy costosa gestión. Residuos de mataderos, lodos de depuradoras, restos de silo en mal estado, e incluso cáscara de cacao son ejemplos de sustratos que pueden tratarse a la perfección en pequeños porcentajes con el purín del ganado vacuno y que en conjunto dan lugar a un proceso químico a partir del cual obtener biogás.
Los ganaderos actualmente almacenan el purín en los estercoleros y lo utilizan para abonar los campos. Sin embargo, las estabulaciones suelen tener escasa capacidad de almacenamiento individual, lo que obliga a muchos propietarios a quitarse de encima el purín cuando llega la época de lluvias. Esta sobrecarga de nitrógeno en los prados resulta totalmente abrasiva y contamina las aguas superficiales y subterráneas, con el consiguiente peligro si estas van a parar a fuentes de consumo humano en los pueblos.
El problema se corregiría procesando esos purines en una planta de biogás. Por un lado se estaría generando energía eléctrica para consumo local y por otro lado se conseguiría un abono valorizado sin tanta carga de nitrógeno y mucho más asimilable por el terreno. La cantidad de salida de material sería la misma que la de entrada; la planificación del abonado sería más acorde con las necesidades reales de los cultivos y pastos; y la limitación del tamaño de los depósitos domésticos no sería un problema.
Las plantas de biogás no son una novedad tecnológica, están suficientemente experimentadas en distintos países del mundo. Como dato general me gustaría destacar la existencia de casi 10.000 de ellas en Alemania. He podido visitar varias instalaciones in situ y comprobar el grado de profesionalización de los ganaderos en este país. Incluso regiones como Menorca cuentan con un plan estratégico integral para la gestión de residuos orgánicos en la isla y su valorización como biogás.
Por todo ello creo que es el momento de esta fuente de energía en Cantabria, de manera racional e integradora con el medio natural y la economía circular rural. Además, se trata de una tecnología abierta a distintas líneas de I+D que también estimularían la creación de empleo cualificado en la región y enriquecerían la transferencia tecnológica entre empresas privadas y la Universidad de Cantabria. En este sentido me gustaría destacar la posibilidad de extraer hidrógeno a través del biogás, o el planteamiento de un modelo de gestión integral en la comunidad que centralice en ciertos puntos estratégicos la gestión conjunta de aguas residuales y purines agropecuarios.
Este cambio de paradigma necesita un apoyo claro del sector público, pero también una decidida inversión privada. Espero que este artículo sirva de estímulo para que todos los agentes sociales implicados se pongan en marcha. Me consta la existencia de varios proyectos incipientes en este ámbito, pero se requiere una implicación mucho más sólida de todos para que el biogás deje de lado, al menos parcialmente, al gas fósil del que es rehén nuestro bienestar social.
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