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Algunas cifras que ilustran la magnitud y la dificultad del salto que Vox se propone dar en esta primavera electoral: en los comicios autonómicos de 2015, el partido de Santiago Abascal contabilizó en Cantabria 1.100 votos, la mitad que la ya moribunda UPyD, la vigésima parte que Ciudadanos, el partido que alcanzó la menor representación en el Parlamento regional, dos diputados. En las generales de 2016, Vox Cantabria sumó 709 papeletas, la tercera parte que el partido animalista Pacma, 67 veces menos que Ciudadanos, que necesitó 48.000 sufragios para hacerse con el último de los cinco escaños del Congreso en disputa. Sólo tres años después, de nuevo en vísperas electorales, Vox Cantabria cree que estará en la Cámara baja, es posible pero difícil, y en el Parlamento regional, lo cual es mucho más factible pues para eso le valdría con alcanzar la mitad del apoyo conseguido en Andalucía. Los demás partidos cántabros ya no se molestan en negar la evidencia de que tendrán en Vox otro duro competidor en las urnas. Más que los sondeos, el runrún de la calle es un indicio muy sólido.
Las conjeturas para explicar el avance de Vox en tan poco tiempo aluden a la corriente global que empuja a la derecha radical en muchos países, pero también a la propia coyuntura española. En el reciente libro colectivo 'La sorpresa de Vox' (Ed. Deusto), el analista John Müller subraya el factor profético: hace tres años, el discurso de Vox no era tan distinto del actual, sobre todo en lo que se refiere a la quiebra de la unidad de España, pero lo que entonces pareció un planteamiento alarmista que fracasó en las urnas, ahora, con el conflicto catalán desatado, un segmento importante del electorado se ha convencido de que el riesgo anticipado por Vox es muy real y que los partidos mayoritarios no han estado a la altura de las circunstancias a la hora de frenar al independentismo.
De esa teoría participan en buena medida los dirigentes de Vox Cantabria, que tiene al empresario Ricardo Garrudo como presidente y número uno a las elecciones generales. Como en toda España, Vox tendrá como caladero principal el de los votantes desencantados del PP. Y sin embargo, en el núcleo dirigente no abundan de momento las biografías con antecedentes populares, sino más bien las de quienes han impulsado o militado en grupos como la Plataforma para la Unidad y la Libertad o la Fundación para la Defensa de la Nación Española (Denaes). Su actividad política ha sido más bien marginal hasta que un nuevo partido ha recogido sus postulados. Es el caso del propio Garrudo, quien admite que no le gusta el término de ultraderecha con que se etiqueta a Vox, aunque tampoco va a dedicar mucho tiempo a desmentirlo. A su juicio, el partido ha conectado plenamente con la sociedad y el voto oculto a su favor que opera todavía aflorará en las urnas con todo su vigor.
Vox constata su auge en Cantabria, recibe ánimos y adhesiones, y aumenta la afiliación hasta los 550 militantes, casi tantos como los de Ciudadanos, que tiene una trayectoria más larga y está presente en las instituciones. La marca verde es potente, en efecto, pero a sus dirigentes no les resulta fácil, y así lo reconocen, encontrar personas y equipos dispuestos a un mayor compromiso para participar en las candidaturas y en la política del partido, en la sanidad, la educación, la industria, el medio rural o la administración pública.
La larga campaña de elecciones generales, autonómicas, municipales y europeas para hacer frente a las dos citas del 28 de abril y el 26 de mayo es una dura tarea para un partido en construcción. Los dirigentes de Vox recopilan nombres y sostienen negociaciones con suerte diversa para armar las listas electorales. Dos intentos sucesivos de fichar un número uno solvente para la candidatura autonómica no han prosperado. Los rumores sobre la incorporación de Juan Hormaechea al cartel electoral de Vox no tienen consistencia.
En el ámbito municipal el objetivo de Vox es modesto: presentar candidaturas en los diez o doce municipios más poblados o en los que se pueda. Ya han rechazado algunas incorporaciones de alto riesgo, individuales o en grupos, procedentes del sector crítico del PP, antes y después de que el 'caso Beitia' dejara descolgado a este grupo disidente. La idea es crecer, pero con cautela, a no ser que finalmente haya que relajar los filtros para completar un aparato electoral acorde con las expectativas. La dirección de Vox Cantabria confía en que cuando el líder nacional del partido, Santiago Abascal, visite Cantabria a finales de marzo ya estén ultimadas las principales candidaturas y bien engrasada la maquinaria electoral.
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