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Pedro Sánchez expuso ayer en Davos el balance de una gestión óptima de la economía española, mostrando además la imagen de un primer ministro rodeado por responsables de las principales compañías del país, mientras insistía en las bondades de España como destino para invertir ... y localizar empresas. Un mensaje dirigido a la opinión pública de nuestro país, pero también al resto de la Unión como avance de la presidencia del Consejo Europeo que asumirá en julio. Su llamada a atender el ejemplo de EE UU para modular las políticas públicas europeas a favor de la industria, pero procurando el entendimiento con la primera potencia mundial, pareció adelantar su liderazgo en el segundo semestre a la Cumbre informal de la UE en febrero. El cierre de 2022 ha permitido a España eludir la recesión. Algo parecido ha ocurrido con el resto de Europa. De manera que nuestra ventaja en cuanto a una tasa de inflación notablemente inferior, un precio eléctrico hasta diez veces menor que el de otros países o pronósticos de crecimiento nominalmente a la cabeza del Eurogrupo son datos que conviene relativizar ante economías más sólidas que la nuestra.
Sánchez declaró ayer que «las reformas estructurales» impulsadas en su mandato «suponen la mayor transformación de la economía española en décadas». Una afirmación que puede ser tan incuestionable como engañosa, dado que el patrón de crecimiento no acaba de despegar respecto a los momentos previos a la crisis de 2008 si lo comparamos con los países de nuestro entorno. España ha ido acortando la distancia respecto a los países centrales de la Unión también durante el mandato de Sánchez. Pero el balance de 2023 dependerá del comportamiento del turismo. Sobre todo si se desestacionaliza como ayer indicó la vicepresidenta Calviño. El paro sigue multiplicando por dos la media europea, con una paradoja que interpela a las administraciones públicas: la carencia de aspirantes formados para ocupar puestos intermedios que se demandan a miles. Y continúan pesando los índices de déficit y deuda que hipotecan próximas legislaturas y el futuro de los más jóvenes.
Sánchez debería dejar de simular que enmienda a la totalidad el capitalismo cuando pretende atraer inversiones. Debería reconocer que los resultados económicos de los que se jacta dependen también de aquellas empresas con las que se fotografió en Davos, y que denuesta públicamente en términos innecesarios para justificar modificaciones tributarias.
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