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En 1956, Frederik Bang, un médico estadounidense, estaba estudiando la circulación de la sangre en el cangrejo de herradura, un auténtico fósil viviente, más antiguo que los dinosaurios. Este artrópodo de aspecto característico, como un acorazado con cola, es un pariente más cercano de las ... arañas que de los cangrejos que vemos en nuestras playas. Tiene un sistema circulatorio mucho más abierto que el de los mamíferos, con grandes senos en los que la sangre entra directamente en contacto con los tejidos del animal.
Decimos sangre, aunque el término más correcto sea hemolinfa. Es un líquido de un color azul lechoso debido a que la hemocianina, la proteína a base de cobre que transporta el oxígeno, toma este color en presencia del aire. Presenta una única clase de células, los amebocitos, que se mueven por sí mismas y realizan la mayoría de las funciones normales asociadas con las células sanguíneas.
La muerte por una infección de uno de los cangrejos, y su posterior estudio, dio la pista al doctor Bang para diseñar una prueba de alta sensibilidad capaz de detectar las toxinas bacterianas, el lisado de amebocitos de Limulus o LAL. Limulus es el género al que pertenecen, como única especie viva, los cangrejos de herradura; aunque existen registros fósiles de otras especies emparentadas.
Esta prueba fue adoptada como estándar para testar medicamentos inyectables, vacunas, prótesis e implantes en los años 70, y sigue siendo la más utilizada actualmente; aunque existe una prueba alternativa aceptada en Europa, la del factor C recombinante, que se realiza con productos sintéticos.
Millones de ejemplares han sido capturados en las últimas décadas para llevarles a laboratorios y extraerles un tercio de su sangre, que se vende a unos 15.000 dólares el litro. Se calcula que en una semana recuperan su volumen de sangre normal, pero entre el 10-30% no sobrevive al proceso, y es uno de los factores que hacen que a día de hoy sea una especie en peligro de extinción.
La carrera por la vacuna contra el coronavirus no está siendo una buena noticia para estos fósiles vivientes, ya que la cantidad de pruebas necesarias para validar la seguridad de cada proyecto hará que se multiplique la demanda de su sangre. Tal vez el desarrollo de las nuevas técnicas consiga que este sea su último servicio por el bien de la humanidad.
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