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Santander es el paraíso del coche y enemiga del peatón. Los caminantes padecemos una ciudad diseñada para vivir hace sesenta años, no para el siglo XXI. Comparada con otras capitales, estamos a la cola. En lugar de reducir el tráfico motorizado, se favorece de modo ... escandaloso: se han estrechado aceras, no se ha reducido la velocidad de los vehículos motorizados según las normas de la DGT, y no hay ordenanza para Vehículos de Movilidad Personal ni se controla su paso, circulan por donde quieren. Lo que debería ser un solo cruce de calles se duplica por los semáforos descoordinados (Paseo Pereda-muelles), la pérdida de tiempo es considerable, y lo mismo con los de pulsador. ¿No pueden diseñar un cerebro informático que comprenda que si se ha pulsado será que ya hay un peatón dispuesto a cruzar? No, porque la prioridad es para el coche y la moto. Nosotros debemos esperar bastante más de un minuto aunque granice.
Hemos elegido el itinerario peatonal Valdecilla Sur-Castelar. Poco más de 200 pasos hasta el semáforo de Jerónimo Sáinz de la Maza; 85 segundos de espera y 18 segundos para cruzar. Unos 150 pasos hasta la plaza de toros: 91 segundos de espera y 18 para cruzar. Hasta la calle Alta, 250 (92/17). Diecisiete pasos hasta Vargas-Alameda: 81/28. En Numancia, dos semáforos: 64/14 y 65/14. Burgos-San Luis-Monasterio: 78/21. Cervantes, 45/54. Isabel II, 70/32. Hasta Lealtad 112 pasos: 30/65. Casimiro Sainz: 85/23.
Unos cuantos carecen de segundero, ¿por qué? En algunos, el tiempo va en proporción inversa a la anchura de la calzada. Y bastantes son prescindibles. Entre distancias cortas hemos de pararnos muchas veces. No se puede caminar de forma continuada. En pocos kilómetros se pierde demasiado tiempo. Andar es sano, pero sin romper el ritmo y sin detenerse con frecuencia. El ayuntamiento, al contrario que el resto de Europa, aumenta los favores al tráfico motorizado, que ocupa el 70% del espacio urbano, y castiga a quien desea una vida sana.
Deben conectarse peatonalmente las zonas urbanas donde se desarrollen las actividades comerciales, laborales, de ocio, y las residenciales. Sin espacios muertos que, por inútiles, llegan a estar vacíos. Ocurre entre el muelle de Calderón y el Paseo de Pereda. Hay bancos y árboles, pero entre semáforos y en medio de la nada. Era un paseo agradable, umbrío en verano, y una zona de descanso que enlazaba con los jardines de Pereda. Ahora, una isleta.
Los bancos deben estar a disposición de quien camina a sus asuntos, espera a alguien o desea descansar a la sombra. No a desmano y sin arbolado. Bastantes se han retirado, o anulado por terrazas contiguas, y los que quedan, al sol. Todo para favorecer el pago de asiento y sombrilla en negocios hosteleros. ¿Es demasiado pedir que el diseño sea parecido al inglés? Los de Gamazo tienen el respaldo adecuado, pero carecen de sombra, que con el cambio climático es vital. Los árboles y la hierba bajan la temperatura y dan tranquilidad, el pavimento y el tráfico la elevan y aumentan la tensión nerviosa. Santander, a contracorriente del siglo XXI: mucha loseta, mucho tráfico concentrado en dos zonas: centro y Castilla-Hermida, y escandalosa escasez de arbolado de porte.
Han de eliminarse lo más posible los bordillos, incluso los que rodean zonas ajardinadas (sería un ahorro) para conseguir un terreno más llano. Y sustituir las losetas por asfalto: se camina más cómodamente, drena mejor, evita tropiezos y salpicaduras, amortigua el ruido de las ruedas de carritos y maletas, y a la larga es más barato de mantener.
Obstáculos constantes son las terrazas abusivas y los vehículos aparcados ilegalmente. Ciudad sin ley: se incumplen las ordenanzas y se desobedece al Tribunal Supremo, que obliga a dejar expedita la fachada. Nada se gestiona pensando en el peatón, solo en el coche y el hostelero.
Carriles bici infrautilizados y aumento de motos con sus aparcamientos legales e ilegales: incomprensible. Si se cumplen las limitaciones de velocidad y se diseña mejor el trazado urbano, no se necesitarán tantos. Y deben ocupar el espacio de los vehículos motorizados, no las aceras, como en Casimiro Sainz y Joaquín Costa. No avanzamos, retrocedemos.
Objetivos: salud física y mental, aire limpio, bajos decibelios, evitar las enfermedades y las muertes provocadas por la contaminación y el ruido, y paliar el calentamiento. Es urgente. Necesitamos gestores informados y decididos, que modernicen y saneen esta ciudad de una vez por todas.
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