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Cuando libramos grandes debates políticos, con posiciones enfrentadas, conviene leer la Constitución, que es nuestro gran acuerdo democrático. Y si el debate es sobre impuestos hay que leer el artículo 31: «Todos contribuirán al sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo con su capacidad económica ... mediante un sistema tributario justo inspirado en los principios de igualdad y progresividad que, en ningún caso, tendrá alcance confiscatorio».
En los ayuntamientos el debate fiscal se libra en las ordenanzas fiscales. Después de un periodo 2007-2015 de fuerte incremento de la presión fiscal a través del IBI (un 85%), es cierto que en los últimos tres años ha habido bajadas del tipo. Pero estas bajadas han sido lineales, en gran medida propagandísticas, y no se han ajustado al principio de progresividad, puesto que han beneficiado más a los que más propiedades tienen o a las viviendas más lujosas.
Un santanderino medio, con una vivienda de entre 75 y 120 metros, habrá comprobado que su contribución apenas se ha reducido 8 euros; hay más ayuda al bolsillo del ciudadano en un llenado del depósito de gasolina (20 céntimos por litro son 10 euros cada 50 litros) y hay más perjuicio en el próximo recibo del agua (mínimo 12 euros/año).
En plena crisis de precios el PP ha recetado bajadas generalizadas de impuestos -que son las que han llevado al fracaso histórico de la primera ministra británica- pero a los santanderinos nos suben el agua un 10,8% y desmantela las medidas de gracia por la pandemia, como las bonificaciones al mantenimiento del empleo o a la contratación, terrazas, quioscos, mercadillos o tasa urbanística, con lo que recaudará 1,4 millones de euros más. Según la señora Gema Igual las ayudas ya no hacen falta -literalmente-, porque ya pasó el covid. Es un error. No podemos estar más en desacuerdo. El covid, la invasión criminal de Ucrania y la inflación son crisis encadenadas.
Por lo tanto, el PP está engañando a los santanderinos: es mentira que vaya a congelar los impuestos en Santander; son matemáticas de Barrio Sésamo: si sube el agua y va a subir la recaudación es mentira que vayan a congelar los impuestos y las tasas municipales. «Es una obligación por el contrato del agua», se justifica Gema Igual. Pero nosotros creemos que los contratos se pueden revisar y negociar. Si no es así, lo que tenemos que concluir es que ha sido un gravísimo error la privatización de 2006. Porque los poderes públicos tienen que tener margen para establecer un sistema tributario justo. Una subida de un 10,8%, el máximo que ha marcado el IPC, que lleva tres meses bajando, es un estacazo a los santanderinos.
En la tasa de basuras no nos hemos repuesto del incremento del 125% en 2012, justo cuando se firmaba el famoso contrato de las basuras, con 50 millones de euros de recortes en el servicio que han llevado al actual desastre de suciedad en las calles. Desde el PSOE propusimos que se rebajara la tasa un 25% los próximos cinco años, para compensar. Porque no es justo que se suba la tasa y el servicio se deteriore tanto. La ciudad está más sucia que nunca.
Ni bajadas, ni progresividad, ni congelación; en Santander sube la presión fiscal. En nuestra ciudad el PP hace lo contrario de lo que le exige al Gobierno de Pedro Sánchez. Con un agravante: en Santander no recibimos unos servicios de calidad acordes a lo que estamos pagando con nuestros impuestos. Y con una diferencia: mientras el Gobierno de España protege el Estado del Bienestar, el Ayuntamiento recauda todos los años más impuestos de lo que destina a los servicios públicos.
Otro modelo fiscal es posible en Santander, para que aporten más los que más capacidad tienen, con progresividad en el IBI y en la Plusvalía, en el Impuesto de Actividades Económicas y en el de Vehículos o con incentivos en el Impuesto sobre Construcciones.
¿Por qué necesita progresividad Santander? Pues porque tras años de gobiernos de la derecha somos el séptimo municipio de España con mayores desigualdades. Los últimos datos del INE deben ponernos en alerta porque aparecen islas de pobreza en barrios muy cercanos a los de rentas más altas.
En Santander puede haber mucho bienestar, pero también mucho malestar. La realidad de nuestra ciudad cada vez es más dual, con santanderinos de primera, de segunda y hasta de tercera. La importancia de las desigualdades económicas reside en que se trasladan a otros indicadores sociales, como la salud, nuestro bien más preciado. Y en Santander hay más riesgo de contraer una enfermedad grave en Nueva Montaña, Peñacastillo o en el Barrio Pesquero que en El Sardinero.
El escudo social del Gobierno de España y las políticas de protección de los más vulnerables ha contenido el incremento de las diferencias entre los barrios más ricos y los barrios más pobres, pero hay que seguir luchando contra estas desigualdades. Por eso nuestra propuesta para Santander es clara: avanzar en justicia fiscal para que haya justicia social.
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