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Quienes miran de forma cotidiana un paisaje, una ciudad, un río, una bahía, en ocasiones desprecian lo importante y ensalzan lo accesorio. Las ciudades guardan secretos que resultan visibles para las miradas vírgenes de quienes contemplan las calles por primera vez, para quienes pasean, ya ... adultos, por aceras que los vecinos apenas perciben. Santander es una urbe que tiene una historia rica en engrandecerse cuando son otros ojos quienes la escrutan. Los ejemplos son numerosos y la literatura nos ha dejado excelentes ejemplos.
En el siglo XIX Juan Pombo Conejo, un importante productor de cereal que exportaba a Cuba y Puerto Rico, «descubrió» el Sardinero, un barrio entonces inexistente en cuyos terrenos los santanderinos pudientes construyeron residencias estivales y se desplazaban en verano para disfrutar de un clima más fresco que el del centro de la ciudad. Tuvo que llegar un «mesetario» para ver la belleza de esa costa, de las playas y para comunicar esa parte de la ciudad con el centro. Pombo, a quien la monarquía le concedió el titulo de marqués, también fue pieza importante en el Ensanche, esa parte de Santander trazada con orden, casi con regla y cartabón, donde construyó su casa-palacio en la que muy pronto se abrirá un hotel de lujo.
El escritor Félix G. Madroño prosigue la estela de otros autores y nos descubre una Santander visto con ojos nuevos. Madroño es un autor con muchos paisajes y paisanajes vistos. Vasco, con orígenes zamoranos, ha vivido en Madrid y en Andalucía y ahora reside en Santander de donde es vecino con los papeles en regla. En su novela 'Sol de brujas' es la ciudad de Santander coprotagonista de una trama detectivesca anclada sólidamente en la corriente de la novela negra. 'Sol de brujas' se presentó en el Aula de Cultura de El Diario Montañés el pasado ocho de abril y Madroño puso bajo su luz las bellezas de la capital de Cantabria: los paisajes de Costa Quebrada, la bahía, la gastronomía adictiva e incluso sus gentes... aunque no ha logrado aún penetrar en la idiosincrasia del santanderino de toda la vida... el genuino STV.
'Sol de brujas' es un canto a Santander desde su portada, con la grúa de piedra como elemento central, hasta las páginas que describen la geografía urbana. Quizás la grúa de piedra, con el macabro aditamento de una adolescente asesinada y colgada de ella, sirva para entender que la importancia de los edificios depende siempre del tiempo. Cuando se inauguró la grúa de piedra, en el año 1900, hubo polémica en la ciudad, porque para mover piezas de gran peso se instaló una caldera de vapor y la amenaza de una explosión de la caldera se unió a la memoria fresca de la catástrofe del buque Machichaco, ocurrida siete años antes. El paso del tiempo transformó aquel «atentado» contra la vista de la bahía y peligroso artefacto en una pieza icónica de la ciudad, trasmutada de agresión y peligro a tótem intocable. Similar proceso ha ocurrido con otros vestigios industriales en Cantabria, como los cargaderos de mineral de Dícido y El Astillero que pasaron de ser agresiones al paisaje a patrimonio histórico. El último ejemplo, el balneario Polo Norte de la Magdalena, que de ser adefesio a demoler se ha convertido en patrimonio intocable a conservar.
Madroño lleva a las páginas de esta novela su gusto por la gastronomía. Una serie de bares y restaurantes aparecen citados con los que se podría construir una guía del buen comer en Santander: desde el chiringuito de El Legionario, en Cabo Mayor, hasta La Bombi, pasando por el cocido de Fuente De a Casa José en el Barrio Pesquero. Sin duda, la lectura de 'Cantabria en la mesa', que publica semanalmente El Diario Montañés, le ha servido de guía para encontrar los restaurantes, bares y pubs que mejor se adaptan a sus gustos.
Las ciudades tienen alma, personalidad. El autor de 'Sol de brujas' ha sabido primero captar y después transmitir la esencia santanderina, el olor a mar, la humedad perpetua y el salitre impregnándolo todo. Una urbe nacida junto a una bahía en una lucha permanente contra el mar para ganar terreno y construir una parte llana, la mejor, sobre el lecho marino. Una obra descomunal que en el presente sería imposible... unos años de retraso en rellenar una parte de la bahía y Santander sería un dédalo de cuestas, un laberinto con difícil salida.
Madroño aporta con su última novela un libro más para entender esta ciudad de barcos, almacenes de abarrote, vacas y prados que se han tornado en quietud y turistas.
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