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El título no es casual y cuando acaben de leer este articulo entenderán porqué lo elegí. Se inspira en un libro de Tom Wolf que describe el programa espacial Mercury y cuenta todo el proceso selectivo que tuvieron que pasar los futuros astronautas. Esta comunidad ... está siendo incapaz de retener a los médicos que forma y fruto de ello estamos teniendo enormes dificultades para mantener el nivel asistencial que dábamos por asentado hace sólo unos pocos años. Yo les voy a contar lo que hay que hacer para ser médico. Que cada cuál saque sus conclusiones.
Cuando una adolescente (el 80% son mujeres) de este país decide que su pasión es la Medicina, su primer vía crucis comenzará con los estudios de Bachillerato. La nota media de corte se sitúa por encima de los trece puntos sobre 14 de los que seis son del bachiller, 4 de la EBAU y 4 de la parte específica, no obligatoria para quien no necesite más de un 10 pero indispensable si quieres ser galeno. Puesto que las notas del bachillerato hacen media con las de la EBAU necesitará tenerlas todas con sobresaliente si quiere tener alguna posibilidad. Luego viene la propia EBAU. Un error en un signo, en una operación o en un enlace químico dará al traste con su sueño.
Si además de haberse dejado la piel ha tenido un poco de suerte, empieza una maratón de seis años en la que los compañeros que la rodean también son de trece para arriba. Tendrá que intentar destacar sobre ellos o al menos no rezagarse, porque las notas de carrera también hacen media, en este caso para el MIR y las matrículas de honor y los sobresalientes se dan con cuentagotas. Es una carrera exigente, de manera que compatibilizarla con algún trabajo para no depender de los padres es casi imposible porque a las clases se suman innumerables prácticas.
Si consigue terminar en esos años descubrirá que con 24 tiene un hermoso título que no vale para nada porque sin especialidad no se puede ejercer en la sanidad pública de ningún país occidental. Toca entonces preparar el examen MIR. Eso implica obligatoriamente apuntarse a una academia, preferiblemente fuera de casa porque, para aprobar, se exige una vida monacal alejada lo más posible de familia y amigos.
Para tener alguna opción tendrá que estudiar una media de 12 horas diarias de lunes a sábado durante un año. A estas alturas un porcentaje no desdeñable habrá abandonado permanente o temporalmente. De hecho, estas academias suelen incorporar gabinetes psicológicos.
El día del examen la esperan 210 preguntas tipo test en cuatro horas y media, a poco más de un minuto por pregunta, pero no son preguntas cualesquiera. Cada una de ellas está diseñada para ser un mini caso clínico que se tarda en leer cerca de 40 segundos y que apenas deja 20 para contestar. Pueden imaginarse la presión. Si no consigue la nota suficiente para escoger la especialidad que desea, tendrá que seguir otro año más a este ritmo hasta que lo consiga o abandone. Echen mano de la calculadora si son los afortunados padres.
Pero seamos optimistas. Nuestra médico ha conseguido nota para coger, si no la especialidad de su vida, al menos una que no la disgusta.
Ahora empieza una formación de 4-5 años como médico interno residente, probablemente fuera de su domicilio familiar, lo que implica vivir de alquiler con un salario de mil doscientos noventa y cinco euros brutos al mes. Al finalizar cada año será evaluada y se decidirá si pasa al siguiente o tiene que repetir todo o parte del rotatorio. La media de trabajo semanal será de unas 70-80 horas pues aparte de las guardias (a 15 euros brutos la hora) en muchos servicios la exigirán hacer el doctorado amén de alguna rotación externa en otros hospitales europeos o de Estados Unidos porque, por supuesto, a estas alturas el idioma inglés hay que llevarlo de serie.
Si se queda embarazada o sufre una baja prolongada y no completa el 80% de esos cuatro o cinco años, tendrá que prorrogar su contrato.
Así, aquella adolescente que ahora tiene como mínimo 30 años tendrá su ansiado título de médico especialista bajo el brazo, después de 14 de exigencia máxima, evaluación continua, muchas horas robadas al sueño y un enorme sacrificio familiar. Ahora toca buscar trabajo. La tendencia es a intentar quedarse donde se ha formado por los vínculos tanto profesionales como afectivos que habrá desarrollado.
En Cantabria la ofreceremos contratos eventuales de dos a seis meses de duración y una media de tres agresiones a lo largo de su vida laboral. En otras comunidades hace ya tiempo que ofertan un contrato inicial de tres años. Si decide probar suerte en otro país europeo, la oferta será un contrato indefinido sin oposición y un sueldo tres veces superior.
También será pieza codiciada de las agencias de reclutamiento de los países del Golfo Pérsico, que ofrecen seis veces el salario de aquí pero libre de impuestos, casa y colegio si tiene niños. Mientras tanto aquí seguimos, de brazos cruzados, preguntándonos por qué un médico no quiere ir a trabajar a un consultorio a veinte kilómetros de Santander pero sí a un país desértico a miles de kilómetros de su casa.
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