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l último pilar del estado de bienestar que nos quedaba a los cántabros ha caído. Con unas listas de espera desbordadas, las segundas peores del país, nuestra sanidad ha dejado de ser una solución a nuestros problemas de salud para convertirse en el problema.
Las ... causas que nos han llevado a este furgón de cola son múltiples pero podrían resumirse en dos. Una mala gestión con una politización de todos los cargos, cuyos méritos no son ni su experiencia, ni su profesionalidad, mucho menos sus resultados, sino su fidelidad a las siglas del partido que los nombra. A esto se añade una infrafinanciación crónica donde se ha adquirido como costumbre presupuestar un veinte por ciento por debajo del coste real.
Los médicos llevamos años denunciando esta situación, lo que nos ha colocado en la diana de los políticos que nos ven casi como la única amenaza a su acomoda posición, ante la falta de una sociedad civil que salga a la calle a reivindicar sus derechos, de ahí que en los últimos tiempos hayamos vivido una campaña sin precedentes para tratar de culpabilizarnos de los problemas que su gestión ha generado.
El pasado mes de noviembre nos vimos obligados a llegar a una huelga en Primaria para que se cumplieran los acuerdos firmados tres años antes. Ahora la crisis se ha trasladado a los hospitales. El hospital de Laredo agoniza por falta de médicos y el de Sierrallana no está mucho mejor. Además, a finales de febrero, los médicos de los tres hospitales decidían dejar de hacer los programas especiales, es decir, las horas extra que se realizan en horario de tarde para aliviar las listas de espera.
Dos fueron los motivos. La congelación desde el año 2010 de las retribuciones que se abonan por estos conceptos, y la cada vez mayor externalización a las clínicas privadas.
La Administración fingió sorpresa a pesar de que ya en el mes de octubre se le advirtió de que los médicos no iban a aguantar otro año más de congelación con una inflación disparada. En ese momento, habría bastado un pequeño gesto para que hubiéramos seguido haciendo esta actividad otros doce años sin pedir nada a cambio. Desde la Consejería optaron por lo contrario, por la confrontación. En una reunión mantenida unos días antes del parón, afirmaron con soberbia y chulería que los médicos estarían deseosos de seguir trabajando al mismo precio y que si querían ganar más, que trabajaran más. Una vez más se equivocaron en el planteamiento, pero sobre todo en las formas.
Al contrario de lo que se ha afirmado, esto no es una huelga. Los médicos de los hospitales están trabajando una media de 50 a 60 horas semanales entre jornada ordinaria, guardia, trasplantes y actividades formativas. Simplemente se han dejado de hacer las horas extras, que son completamente voluntarias.
Respecto a la externalización, siendo cierto que la pública no tiene capacidad para absorberlo todo, no lo es menos que se han presupuestado 22 millones de euros para las privadas mientras que a la pública solo se van a destinar 3,5 millones. A nosotros se nos quiere para hacer aquellos procesos más complejos, que son rechazados por las privadas por no ser rentables, poniéndonos además como condición que debemos hacerlo más barato que ellas.
Esto ha llevado a que cada vez más médicos opten por pedir una excedencia e irse a operar a esos pacientes a las clínicas privadas, que pagan mejor por intervenciones más sencillas, todo ello regado con dinero público. Es decir, estamos usando nuestros impuestos para descapitalizar la sanidad pública en vez de potenciarla. Si eso no es una forma de privatizar, que alguien nos lo explique.
Por eso lo que buscamos los médicos es un acuerdo estable a medio y largo plazo, que apueste en primer lugar por lo público, con un plan plurianual de mejora, como en cualquier otra empresa, que no nos obligue a tener que renegociar cada año unas remuneraciones que aun sabiendo que no serán como en la privada, la diferencia no sea tan abismal como para decidir irse de la pública.
Dentro de un mes este periódico publicará la foto de los residentes que inician su formación. Todos ellos llevan compitiendo desde los 16 años por obtener las mejores notas en el bachillerato y EBAU, luego en la carrera y después en el examen de acceso al MIR. Tendrán su primer choque con la realidad cuando reciban su primera nómina. Mil euros. Si fueran portugueses sería el doble y cinco veces más si fueran alemanes. Los que vienen de fuera tendrán que pedir nuevamente ayuda a sus padres para afrontar el alquiler. Son plenamente conscientes de que la vocación no paga esas facturas y de su valor en el mercado laboral. Cuando terminen su especialidad buscarán ese reconocimiento social y económico y si no se lo damos aquí, lo encontrarán en la cada vez más potente sanidad privada o en el extranjero.
Para evitarlo necesitamos que quien salga elegido el 28M tenga como prioridad buscar un pacto por la sanidad con los profesionales, que apueste por ellos, confíe en ellos y los escuche en vez de buscar la confrontación continua.
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