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Cuentan las malas lenguas que este año las cartas a los reyes magos –las de los adultos, claro, que también los mayores sueñan con juguetes– llegaron a Oriente más subidas de tono que una novelita de Grey. La broma es que uno de los regalos ... más demandados se suponía que era el Satisfyer, un nuevo invento que en lugar de poner la tecnología al servicio del hombre, lo hace exclusivamente para la mujer. Un aparato sexual que, según su propio nombre indica, promete la máxima satisfacción a sus usuarias mediante la succión de salva sea la parte.
Pero lo que parecía un divertido chascarrillo, ideal para hacer gracietas en tertulias y barras de bar, al final resultó que no era el fantasma de las navidades pasadas sino un superventas que agotó todas las existencias y que promete hacer su agosto en las rebajas de enero.
En el patio de mi 'cole' habríamos dicho que le pasó «a un amigo de un amigo», pero lo cierto es que le ha ocurrido a Ana y a Juan. Amigos de mi parte contratante de la primera parte, por más señas. Al parecer, a ella le hacía tanta ilusión que insistió e insistió hasta que derribó las resistencias de él, que acabó por darle el gusto. Y nunca mejor dicho, porque al parecer el regalito ha resultado ser un éxito. Ella anda con el contento tan subido que no se le quita la sonrisita de la boca, y aunque le quede cara de un poco lela, ya se sabe: ande yo caliente…
El problema, claro, es ese espíritu de misioneros que en el fondo tenemos todos los españoles. En estas semanas, Ana no ha dejado de cantar las alabanzas del dichoso aparatito, lo que ha acabado por meter en ganas a todas sus amistades. Vamos, que da igual los cristalitos de esvarosqui o los aromas de tu hogar que hayan traído Baltasar y compañía: la obsesión ahora es descambiarlos y hacerse con la última tecnología.
Eso sí, vaya usted a saber si cuando el Satisfyer entre por el puerta, el amor salta por la ventana; porque que a uno le pidan contratar a su propio sustituto debe de sonar como si te cantaran al oído un mix del 'I can't get no satisfaction' con el 'Échame la culpa'.
Tampoco descarten que Juan, con su presente, esté pidiendo sutilmente que le quiten faena, aunque la verdad es que, con lo cara que se vende la intimidad en pareja pasando de los cuarenta, están las cosas como para andar redistribuyendo el trabajo… Que una cosa es separar el polvo de la paja, y otra que el que parte y bien reparte se acabe quedando a dos velas.
Eso sí, más vale que no inventen el equivalente masculino, porque si el asunto fuera al revés, con los varones reclamando satisfacción mecánica como derecho de género, entonces sí que iba a arder Troya.
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