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No sé qué me ha pasado, porque no es posible que algo tan serio me haya provocado tanta risa. Acaso la indignación me ha salido sediciosa y se ha convertido en cachondeo. Porque aquí estoy, escuchando al presidente del Gobierno, que dice que la derogación del delito de sedición ... no tiene nada que ver con ningún acuerdo con Esquerra Republicana ni apoyo a la Ley de Presupuestos, y yo partiéndome.
He intentado ponerme serio, reflexionar sobre la gravedad de lo que está haciendo este hombre con nuestra sociedad e imaginar las consecuencias de dar alas a delincuentes aboliendo leyes que ya no podrán detenerlos, pero no puedo, sigo sonriendo. Veo en la televisión su cara de guapo y sincero y me troncho. Incluso he dudado si Sánchez se ha pasado a la estrategia humorística de Albert Boadella con propuestas tipo Tabarnia, tan cómicas e inverosímiles que bien podrían ser reales, mientras que las de Sánchez se presentan tan dramáticamente reales, que parecen inverosímiles y cómicas. Sus intervenciones y las de sus ministras, con vídeos institucionales que eluden preguntas, van pareciéndose cada vez más a los monólogos de Leo Harlem. En las butacas del teatro donde escuchamos sus discursos, voy aceptando la teoría del empresario estadounidense Phineas Taylor Barnum (1810-1891) que hizo una fortuna con su lema: «A la gente le gusta que la engañen». Este imaginativo empresario, charlatán y embaucador, se hizo de oro presentando en sus espectáculos mujeres con cola de pez, hermanos siameses, mujeres barbudas, enanos 'Pulgarcito', caballos lanudos y otros animales exóticos y monstruos sin importar si eran verdaderos o falsos. Y la gente pagaba por verlos. Hoy la exhibición grotesca continúa: concordia y convivencia en Cataluña, homologación con Europa... y lo mejor, reforma del delito de malversación sin relación con Oriol Junqueras, ni con Chaves, ni con Griñán. Cachondeo, del bueno. Pasen y vean. ¡Mejor que los Tonetti!
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