Seis candidatos de cuadro

Ayuso porque parece venida de otro siglo del pasado; Gabilondo porque parece que acaba de salir del confesionario; Iglesias porque parece que acaba de 'asaltar el cielo'; Bal porque parece que es el más preparado para entonar el mea culpa con la mano en el pecho; García porque parece que anestesia desde el escaño, y Monasterio porque parece que te mira como si la debieras algo.

Tienen los seis un no sé qué, un misterioso halo que, si hiciéramos una encuesta, nadie sabría cómo explicarlo. Lo de Ayuso quizás pudiera saberlo, después del paseo en el autobús, Teresa Campos, pero lo del resto es mucho más complicado.

Nunca jamás en la capital de España ha habido un cartel electoral tan impactante como mágico. Ni tan siquiera con Esperanza Aguirre en calcetines, sin los zapatos, que ni los de Cuarto Milenio se explican cómo pudo salir ilesa, no ya de la masacre de Bombay o del helicóptero del 'porrazo', sino de no enterarse de lo que dos de sus consejeros 'ranas' de los quinientos altos cargos nombrados le estaban ocultando.

Cosa que no le ha pasado a Ayuso que, gracias a sus infiltrados, ha podido enterarse de lo que la oposición estaba tramando, intercambiando cromos con los de Ciudadanos, y poder dar por sorpresa un 'zarpazo', disolviendo la Asamblea de Madrid y convocando elecciones antes de que los conspiradores se le adelantarán por la mano.

Vamos, que los seis no son unos angelitos de Rafael Sancio, pues en cuanto pueden, intentan a su manera fastidiar al contrario ridiculizando las declaraciones de los otros, que aunque no sean para pasar a la historia, al menos sirven para tener al personal entretenido, que sigue yendo a las urnas en un acto de heroísmo cívico propio del 2 de mayo, a pesar de la mediocridad de la gran mayoría de los futuros diputados que van en la lista debajo.

Pues eso, que nada de guardar colas para ver el 'Mata Mua', que tiempo tendremos en quince años de visitarlo, y a madrugar para conseguir los carteles de las elecciones del 4 de mayo, porque esos carteles electorales pronto habrá que ir al rastro a buscarlos. ¡Qué pena que no esté Goya para inmortalizarlos!