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La Semana Grande más esperada ha llegado con la carga de emotividad de las ilusiones que se hacen de rogar. Dos años de ayuno festivo, frustrados por las inclemencias del coronavirus, redoblaron nuestros anhelos de celebración, reencuentro y disfrute en torno a los actos conmemorativos ... de Santiago, santo y seña de Santander.
Venimos de tiempos duros, pero en la resistencia ante las dificultades es donde más valor adquieren los instantes de celebración, esos momentos de calidad que nos demuestran que la alegría no solo es posible, sino que resulta imprescindible en nuestras vidas.
Se ha hecho largo, tres años eternos desde el último chupinazo en la balconada del Ayuntamiento. Pero, ya está. El suspiro aliviado del '¡por fin!' y el desahogo liberador del '¡ahora sí!» han confluido en esos instantes de júbilo en los que todos hemos entendido que, con cabeza y con corazón, había llegado el momento de cobrar la recompensa que bien nos habíamos ganado.
Ese momento inolvidable e inigualable en una plaza a rebosar –en la que no cabía un alfiler, como se dice popularmente–, nos ha llenado de energía para afrontar la espera del próximo año. Ese 'todos a una' viviendo y sintiendo el orgullo de ser santanderinos, cantando 'La Fuente de Cacho' nos ha henchido de felicidad.
Esa dicha es la que queríamos transmitir en el Ayuntamiento de Santander, y, por ello, pusimos nuestro máximo empeño en organizar con mucho cariño e ilusión un completo programa de fiestas con el fin de ofrecer las mejores propuestas posibles, que han logrado cautivar a los santanderinos y servir de reclamo para turistas y visitantes.
La Semana Grande del regreso ha retornado en toda su plenitud y con su máximo esplendor. Volvieron el chupinazo, los fuegos artificiales, los conciertos de la Porticada, los festivales de la Campa, la Feria de Día, el circo, las ferias, las casetas regionales o la Feria Taurina de Santiago. También hubo novedades este año, como el mercado de esencia marinera en la Alameda de Oviedo y el desfile por el centro de la ciudad para poner en valor el acervo cultural de nuestra tierra, el Día de las Instituciones, con más de 250 participantes de diferentes agrupaciones de música tradicional, grupos de danzas, coros y rondas.
En definitiva, un sinfín de alicientes para engalanar esta cita que, desde ya hace tiempo, han convertido a nuestras fiestas en una gran referencia en el norte de España, y en un emblema del disfrute más elevado, sano y compartido.
Además de nuestro trabajo para diseñar este gran abanico de opciones lúdicas y conmemorativas dirigidas a todo tipo de público, edades y gustos, también quiero dar las gracias a nuestras queridas peñas, unos colectivos que resumen el espíritu que alienta a la Semana Grande de Santander, el fiel reflejo de un entusiasmo vital que, además de vivir la fiesta, la siente con pasión. De ellas quiero resaltar también su entusiasmo solidario, porque, a través de las múltiples de las actividades en las que se implican de cuerpo y alma en el transcurso de estas fiestas, se han recaudado fondos para las personas que más lo necesitan. Alegría y celebración, pero sin olvidarnos de todos aquellos que requieren de nuestra ayuda.
Gracias a todos por vuestra ilusión, ganas, aportaciones, implicación y compromiso. Juntos hemos podido disfrutar de unas fiestas responsables, participativas y accesibles, en la que los santanderinos se han divertido y olvidado lo malo de la pandemia, en las que hemos atraído visitantes y hemos demostrado a todo el mundo que esta ciudad es maravillosa y cuenta con infinitos atractivos y un capital inigualable como es la grandeza de sus gentes.
Pero, lamentablemente, no ha sido todo tan perfecto como hubiésemos deseado. El destino, a veces muy cruel, como en este caso, nos deparaba una pérdida irreparable para los vecinos del barrio Pesquero. La fatalidad quiso que Manu, de tan solo 17 años, nos abandonara en un trágico accidente la víspera de Santiago, tiñendo de luto al barrio y dejándonos a todos una herida en el alma de esas que son imposibles de curar. Solo alivia el calor de unos vecinos y amigos como los del Pesquero, capaces de arropar y sostener a unos padres hundidos, organizando un homenaje a su hijo y tratando de cimentar con toneladas de cariño unas vidas ahora rotas por el mayor dolor posible.
El tiempo suavizará esa gran pena, pero lo cierto es que la sombra de esa tragedia ha estado presente durante estas fiestas que, por otro lado, han estado marcadas por la responsabilidad, el respeto y la diversión sana.
Gracias inmensas a los santanderinos por haber dado la talla y por hacer gigantesca esta Semana Grande en solidaridad, confraternidad y unión de todos los que queremos, vivimos y sentimos esta espectacular ciudad. Hemos superado con creces las expectativas de una vuelta que ha sido más participativa, accesible y responsable que nunca.
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