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Torrelavega, después de 52 años, volverá a tener una procesión de Semana Santa con todos los sacramentos, o sea, con cura y parafernalia eclesial. ... Después de medio siglo de cisma, el entendimiento ha llegado de la mano de nuevas personas con otras actitudes. Con un acuerdo, que no ha estado exento de concesiones, revisión de actitudes y generosidad, finalmente, se normaliza una situación que para muchos católicos contenía algo de doloroso y escandaloso. Cuando las cosas están en peligro alguien tiene que renunciar a ellas, perderlas, para que otros las conserven, aleccionó John Ronald Reuel Tolkien (Bloemfontein, hoy Sudáfrica, 1892-Dorset 1973). No puede haber grandes dificultades cuando existe buena voluntad, por ello, la procesión de Jueves Santo saldrá de San José Obrero y hará un alto en su regreso al templo en La Asunción. Todo un símbolo de acercamiento propiciado por sus párrocos, Jesús Casanueva y Juan Carlos Rodríguez.
Como prácticamente todas las localidades de España, Torrelavega tuvo durante siglos su procesión de Semana Santa. En 1900, el pueblo levantó un templo dotándole de imágenes de la Pasión. Además, los trabajadores de Sniace, en Barreda, fundaron una cofradía, la de Jesús Obrero, sumando a los pasos de Torrelavega un Cristo Nazareno y una Virgen Dolorosa.
Fue la de Nuestra Señora de la Asunción (la vieja) la única parroquia de la ciudad hasta que en el año 1964 se consagró la de San José Obrero (la nueva). La primera le fue confiada a un sacerdote con ideas liberales y avanzadas, Cristóbal Mirones, y la nueva, a Teodosio Herrera, apegado a las fórmulas religiosas más clásicas. El abismo abierto entre ambas formas de entender los ritos, propició en 1967 que la comunidad pastoral presidida por Mirones optara por no participar en una manifestación procesional que entendían no se ajustaba a sus formas rituales. Así, los pasos quedaron cautivos en la iglesia 'vieja': el Cristo de la Agonía, obra del imaginero granadino Alonso Cano, una imagen de la Virgen Dolorosa policromada, del sigo XIX, y un Cristo yacente, también policromado, de notable calidad artística, procedente de un taller madrileño, igualmente del siglo XIX.
Ante la imposibilidad de recuperar las procesiones, en San José Obrero, se intentó reunir una imaginería de Semana Santa, comenzando con dos obras del escultor Ramón Lapallese, un Cristo crucificado y una Piedad, tallas de madera sin policromar que nunca llegaron a salir en procesión. Así, la tradición se fue perdiendo. Hasta 1993. Acogida por la parroquia de San José Obrero, aún regida por Monseñor Herrera, se formó una Cofradía, la de la Virgen de los Dolores. A finales de aquel mismo año, el párroco se jubiló llegando Jesús Fernández, con unas ideas distintas a las de su predecesor. Se opuso a los planteamientos de los promotores de la hermandad hasta el punto de provocar una situación, cuanto menos, delicada. La procesión, organizada técnicamente como 'Manifestación de Fé', fue saliendo cada año con expresa prohibición episcopal. Quienes fueron férreos opositores en ambas comunidades eclesiales, contando con la sensibilidad de los cofrades, que ceden sus pasos, han hecho el diálogo posible.
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Ana del Castillo
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