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Tuve la inmensa fortuna de conocer a Santi hace más de veinte años. Recuerdo la ocasión. Quería profundizar sobre los límites constitucionales a la llamada ley de acompañamiento a los Presupuestos y Miguel Ángel nos puso en contacto. Quedamos a tomar un café, le ... di unas notas que había preparado y a partir de ese día nos unió una inquebrantable amistad.
Y digo que tuve la inmensa suerte de conocerlo porque, a veces, en tu vida, se cruza una persona que te marca, que te sirve de referente y eso es lo que me pasó a mi con Santi. Referencia de bonhomía, probidad y honradez. Ya que si se puede decir algo de Santi es que fue hombre bueno en el sentido machadiano de la expresión. Un hombre siempre dispuesto a aconsejarte, a darte ánimos en los momentos precisos, a alegrarse con tus éxitos, y a ensañarte que en la vida lo más importante es hacer el bien. Eso es lo que aprendí de Santi, ni más ni menos. Y por eso le debo tanto. Una de las seis personas que más me han marcado, para bien, en mi experiencia vital. Dicen que alguien, verdaderamente, no muere hasta que no se le olvida. Por eso, Santi estará presente decenas de años, ya que olvidarlo resulta tarea hercúlea a la que muchos, desde luego mi familia, no estamos dispuestos afrontar. Se podrá decir mucho de sus logros políticos, pero yo me quedo con ese insigne profesor de filosofía que impregnaba de conocimientos y de bondad a sus amigos.
Querido Santi, aún recuerdo el último día que nos vimos en Laredo, cuando tras una conferencia que impartí, relativa a la regeneración de zonas urbanas degradadas, allí estabas, a la salida para dar un paseo juntos por la villa pejina y obsequiarme, una vez más, con tu sincera amistad. Que sepas que vivirás entre nosotros por mucho tiempo. Adiós querido amigo, hasta siempre.
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