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Uno. Don Manuel tenía razón: «Se hace camino al andar», pero, también, como dicen la ingeniería, la economía, la sociología y otras disciplinas (y como muestra la experiencia cotidiana): el camino favorece el intercambio económico, cultural y social. Entre otros pueblos, los romanos y los ... incas se preocuparon de llenar sus territorios de calzadas y caminos. De esta forma integraron regiones, civilizaron sociedades, extendieron su dominio, aumentaron la riqueza.
Para unir pueblos, nuestros mayores hicieron camberas. Así, superaron las barreras de la naturaleza, buscaron los mejores pasos y tallaron la montaña, superaron pedregales, cruzaron ríos, se abrieron paso en el bosque. Y así unieron paisajes y paisanaje, estrecharon relaciones, ampliaron su horizonte vital. Por ellas, andando, en carros o con animales, transportaron mercancías, y ganado y, además, aprendieron de los que vivían en el otro valle y se casaron con ellos.
El cambio cultural, las transformaciones tecnológicas, económicas y sociales de la industrialización llevó al abandono de las sendas (en ese proceso también se arrumbaron en el desván seculares aperos de labranza y útiles domésticos; además de costumbres, formas de relación social y algunos valores).
Mantener y recuperar los senderos es importante. Estos caminos poseen un gran valor, no tenerlo presente es una torpeza, un despilfarro y, también, una irresponsabilidad. Forman parte del patrimonio cultural, hablan de nuestro pasado, explican la historia de nuestros pueblos, dicen mucho de las formas de vida de nuestros mayores y de su sabiduría: de cómo se adaptaban al entorno, de cómo aprovechaban los recursos del medio, de cómo respetaban a la naturaleza.
Dos. Me alegró una información de El Diario Montañés: 'Recuperación de caminos históricos por los 18 municipios que integran la Mancomunidad Saja Nansa (...) El Plan de Sostenibilidad Turística incluye un proyecto para rescatar el patrimonio de las antiguas sendas vecinales utilizadas desde tiempo inmemorial'.
También celebro cuando conozco que desde el campo de la ingeniería o de la geografía se publican libros y artículos o se hacen jornadas de análisis sobre los viejos caminos (son meritorias las aportaciones del ingeniero L. Villegas). El problema es que las iniciativas son singulares y que los trabajos teóricos no se traducen en políticas.
¿Para qué sirve mantener las viejas camberas? Además de lo dicho, además de para conservar la memoria, estos caminos cumplen o pueden cumplir otras importantes funciones sociales y económicas. Una de las principales está relacionada con la práctica del senderismo.
Tres. Pertenezco a la tribu de los senderistas. Siempre que puedo me escapo al monte. Disfruto de la belleza del bosque, y del espectáculo de una vieja cabaña y de unas vacas en una pradería. El contacto con la naturaleza hace bien, transforma. La armonía del paisaje, el sonido del medio natural relaja, da serenidad. Caminando por las sendas se mueven las piernas, y se estimula el corazón, y los pulmones y, como he sugerido, también el espíritu.
En la montaña compruebo que es posible dejar a un lado el estatus social, los números de la cuenta corriente, los conflictos laborales; que lo transcendente es disfrutar de los robles, las hayas y los castaños; de los ríos, del paisaje. Y, también, que para proteger ese paraíso hay que respetar las formas de vida de la población que vive y cuida de ese medio.
Cuatro. El senderismo cumple importantes funciones económicas y sociales. Es conocido: además del turismo de playa y del turismo urbano, como alternativa y complemento está el turismo de montaña. Como fácilmente puede concluirse, este sector contribuye a la economía de las zonas rurales. El senderista, además de gastar en ropa de montaña, compra en la tienda de ultramarinos y consume en el bar del pueblo, y muchos se alojan en una casa rural. Y, también da trabajo el mantenimiento de caminos e infraestructuras. Esta circulación económica proporciona empleo, lo que contribuye al mantenimiento de la población rural en su entorno. Por otra parte, ayuda a dar más «vida» a estos entornos.
Las relaciones económico-sociales son complejas y amplias; los vínculos entre oferta y demanda de actividades de senderismo son estrechas: si una comarca mantiene adecuadamente los senderos e informa de ellos atraerá la llegada de excursionistas. Por su parte, los montañeros pueden presionar para que esos caminos se mantengan.
Concluyo. Aparte de meritorias iniciativas singulares, ¿existe una política para mantener los tradicionales senderos rurales y potenciar este tipo de actividad recreativa y turística? ¿Se realizan planes regionales y comarcales? ¿Se desarrollan tareas de mantenimiento de los recursos existentes? ¿Qué ocurre con la señalización de las sendas? ¿Quién diseña, coloca y mantiene los paneles informativos? ¿Quién se encarga de elaborar guías y planos? Y otra pregunta: ¿se evalúa la contribución económica de la actividad que nos ocupa?
Carezco de información para responder a estos interrogantes, lo que sí puedo asegurar es que cuando voy a los Pirineos siento envidia. En mi opinión, Cantabria posee unos recursos naturales magníficos que están poco aprovechados. Es una pena.
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