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El suicidio asistido de María José Carrasco, enferma de esclerosis múltiple, ha pasado a ser tema de controvertidas tertulias. Pienso que lo va a seguir ... siendo durante mucho tiempo. Aunque suena a paradoja, morir es el acto más trascendente de la vida humana. De hecho no nacemos, 'nos nacen', y en cambio nos morimos. Sabemos desde nuestra intimidad que somos esos «ríos que van a la mar, que es el morir». Mientras tanto, quienes se mueren son los otros.
Una columna no proporciona mucho espacio para reflexionar. Estos días se ha escrito mucho sobre el tema con una visión desde ángulos variados, tanto emocionales como éticos, sanitarios, religiosos, históricos, culturales y legales. Nadie se libra de este sueño de la vida calderoniano del que despiertan, cuando mueren, tanto el rey como el más miserable de los humanos. Hasta los partidos políticos –estamos en elecciones– han hecho bandera de esta historia.
En mi opinión, la carencia de un tratamiento adecuado de la pareja, una profunda depresión compartida, llevó al suicidio de María José. Resulta sorprendente la conducta del esposo: apoyo, preparativos, colaboración, publicidad. En casos similares lo más habitual es el suicidio de ambos. Tratando de ser objetivos solo así es posible explicar la auto-negación del instinto vital de los seres humanos, y aunque nacemos con el germen de la muerte está latente «la suprema voluntad de vivir, el deseo de extendernos y de penetrar más allá de los límites de nuestra propia existencia material». En palabras de Nóvoa Santos (1885-1933), «lo que pasa más allá de la muerte interesa al filósofo».
No nos corresponde ser jueces. Importante es diferenciar la colaboración al suicidio de la eutanasia. Lo primero entra en el terreno del legislador pero está por completo al margen de la asistencia sanitaria. Ayudar al bien morir, por el contrario, es lo que han venido haciendo los sanitarios con todos los medios disponibles en diferentes épocas, sin que faltara para el creyente el apoyo espiritual de su religión. Hoy la terapia de los psicólogos forma parte de los cuidados paliativos, constituyendo estos un pleno derecho del enfermo terminal. La muerte natural es el último proceso fisiológico de la vida. ¿Por qué no proporcionar el máximo sosiego y la paz en nuestro último viaje? Los médicos lo tenemos muy claro: curar, aliviar y siempre consolar. Nunca matar.
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