Silda, Lituca y otras calles santanderinas

Justo detrás del Paseo de Pereda, la calle Ataúlfo Argenta sí tiene un rótulo adecuado que informa, al menos, de la profesión a la que dedicó su corta vida el genio de Castro Urdiales: músico. Posiblemente era innecesaria la explicación en este caso concreto, como tampoco parece imprescindible, o eso creo, otra inscripción que la del nombre en las calles dedicadas a Cervantes, Lope de Vega, Juan de Herrera, Quevedo, Pérez Galdós, Calderón de la Barca, Juan de la Cosa o Gerardo Diego, pero es probable que la mayoría ignore o no recuerde quiénes fueron unos personajes tan importantes en la historia de la ciudad como Leonardo Rucabado (arquitecto), Diego Madrazo (cirujano y fundador del sanatorio), Emilio Díaz Caneja (oftalmólogo), Roy García de Santander (nauta), Amós de Escalante (escritor y poeta) o Agustín de Colosía (ingeniero).

En pleno centro de Santander, dos calles cercanas a la plaza de Cañadío llevan los nombres de Gómez Oreña y Eduardo Benot. Para confirmar lo evidente, pregunté por ellos en esas mismas calles y la práctica totalidad de las respuestas coincidieron en el desconocimiento. Pedro Gómez Oreña fue párroco de la iglesia de Santa Lucía y Benot un destacado político y pedagogo.

Santander rinde honores a pintores (Iturrino, Solana, Blanchard, Gran), escritores (Concha Espina, Rosalía de Castro, Llano), periodistas (Pick, Estrañi, González Hoyos, De la Lama), deportistas (Ballesteros, Vicente Trueba), poetas, descubridores, médicos, cardenales o santos, pero es oportuno pedir que en cada placa figure algún mínimo dato. Porque ¿son muchos los que saben de Pellegrino Zuyer, Jean León, Alfonsina Storni, Bartolomé Darnís, Pedro de Abarca o Zancajo Osorio?