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Un telón de silencio se extiende sobre la situación del pueblo cubano, que soporta 63 años de dictadura, opresión, miseria y ausencia de libertad. Los 40 años del régimen franquista palidecen ante un periodo tan largo de la dictadura cubana que cercena incluso la esperanza. ... En la isla de Cuba comienzan a escasear quienes conocieron la vida fuera del régimen castrista. En España ya apenas se habla de lo que sucede en la antigua provincia española de las Antillas y la información sobre los desmanes de la dictadura militar llega con sordina.
El pasado miércoles, el abogado Calixto Alonso del Pozo, excelente conocedor no solamente de la música y la literatura cubana, sino persona con vinculaciones familiares con la isla, habló en el Ateneo acerca de la importancia de la música nacida en la isla, que junto al jazz y el rock and roll, suponen los tres pilares sobre los que se asienta la nueva música popular. Las referencias del abogado Alonso del Pozo a los cambios que se produjeron, desde enero de 1959 hasta hoy, en la música cubana, llevan al paralelismo de la transformación de los cubanos que pretendió el castrismo en su utopía del 'hombre nuevo'.
Un lapso de tiempo de sesenta años es más que suficiente para valorar los resultados de un proyecto. Tres generaciones largas de cubanos vivieron, y siguen, en un régimen en el que más que alimentos, electricidad, hospitales y conocimiento, lo que falta es libertad. Miguel Hernández, uno de los grandes poetas del siglo XX, lo gritaba en sus versos: «Para la libertad sangro, lucho, pervivo. / Para la libertad, mis ojos y mis manos, / como un árbol carnal, generoso y cautivo, / doy a los cirujanos».
La dictadura cubana se enrocó cuando el gobierno norteamericano la atacó y ha hecho lo mismo cuando Obama -aquel presidente del que Fidel Castro vaticinó que nunca sería presidente, porque era imposible un negro en la Casa Blanca- visitó la isla y tendió la mano para iniciar una nueva etapa. El castrismo se puso en manos del ejército y desde hace décadas el control lo tiene una dictadura militar. En Cuba los negocios están en manos de altos mandos del ejército y cuando la olla a presión amenaza con estallar, los hombres de verde olivo salen a las calles para reprimir y encarcelar a quienes protestan por la falta de alimentos o por los constantes cortes del suministro de energía eléctrica.
En estas seis décadas de represión y adoctrinamiento tres millones de cubanos, el 25% de la población, han emigrado, en una inmensa mayoría para llegar al «infierno capitalista» de los Estados Unidos. Y muchos lo hicieron arriesgando su vida en precarias balsas o aprovechando la válvula de escape que abrió Fidel Castro para deshacerse de disidentes, homosexuales y cubanos incómodos para el régimen.
Las diferentes olas de protestas callejeras son reprimidas, con dureza, por el sistema de seguridad castrista y se diluyen con el paso del tiempo. La isla se ha transformado en una gigantesca ergástula en la que se vigilan unos a otros, en un calco de la Stasi de la Alemania Oriental. Los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) son el gran aparato de control con que el castrismo impide que las revueltas callejeras se articulen en un auténtico movimiento antigubernamental.
En España se nos olvida la situación de los cubanos. Los políticos apenas se preocupan por lo que hacen los dirigentes castristas y quienes deben defender los derechos humanos se muestran ausentes o perezosos a la hora de denunciar la represión a los disidentes.
En las naciones en las que la libertad y la democracia son una realidad es obligado ayudar a quienes tratan de liberarse del yugo de las dictaduras. Y hacerlo tanto si quienes oprimen son de derechas o de izquierdas.
En Cuba se cercenan los más mínimos valores democráticos: No existen más medios de comunicación que los dos o tres periódicos editados por el gobierno y la televisión pública es un aparato de propaganda comunista. En la radio, el mismo paisaje. Con la aparición de diarios digitales el muro que impide la libre circulación de las noticias se agrieta, pero, aun así, la mayor parte de la población está ayuna de información imparcial.
Los partidos políticos fueron prohibidos desde que los revolucionarios tomaron La Habana, el primero de enero del año 1957. El comunismo ha llevado a los cubanos al racionamiento de los alimentos, los frecuentes cortes de la energía eléctrica, la imposibilidad de salir de la isla en busca de otra forma de vida y la censura absoluta de cualquier publicación.
La dictadura castrista debe ser denunciada, sin descanso, por los demócratas de cualquier nacionalidad.
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