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En Berlín los empresarios se han cansado. Han decidido levantar la voz y advertir de la profundidad a la que la crisis del Covid-19 está hundiendo a la empresa, y lo han hecho colocando sillas vacías en puntos emblemáticos de la ciudad. El vacío ... es la mejor forma de representar la pérdida de amigos, familiares y compañeros que se han ido, dejando un roto que ni el tiempo volverá a llenar.
Cambiar sillas vacías por sillas ocupadas se ha convertido en una obsesión para mí, en este confinamiento, en el que la pesadilla recurrente de cualquier empresario es cruzar la puerta de su negocio y encontrar vacíos los mostradores, las mesas limpias de papeles, los teléfonos silenciosos, los puestos de trabajo que tanto costó crear, desocupados. Las sillas vacías.
Los empresarios estamos tirando de reservas, de ilusión y de euros, para acabar con esta pesadilla y volver a abrir. Y nos hemos marcado un objetivo: que nuestros trabajadores tengan, desde el primer día, lo que los sanitarios desgraciadamente no tuvieron. Mascarillas, pantallas personales, guantes, geles, pantallas de metacrilato en los puestos de trabajo, termómetros a la entrada, horarios escalonados, sistema automático para la desinfección de las ruedas y bajos de los vehículos que acceden a las instalaciones, sistemas de ozono para la desinfección del interior de los coches y las oficinas, un protocolo de seguridad para el personal con equipos humanos adscritos a la función de verificar que el paso de los días no nos lleve a bajar la guardia, mascarillas y guantes para clientes... Una inversión, en algunos casos de más de 50.000 euros, para acabar con las sillas vacías.
Una inversión y unas decisiones que los empresarios y empresarias estamos tomando solos, recogiendo medidas de otros sectores y aportaciones de asociaciones empresariales, pero sin que ni el Gobierno autonómico ni el nacional dicten una norma que nos asegure que las inversiones valen, que las medidas serán homologadas. Unas inversiones en seguridad que quisiéramos ampliar adquiriendo y realizando tests a todos nuestros empleados, tests que como las mascarillas, ayer eran irrelevantes y mañana pueden ser determinantes, pero que siempre son útiles y que no se nos permite realizar.
Mientras las sillas siguen vacías, se vacían las reservas económicas que hay que volver a llenar mediante créditos ICO y líneas de crédito, con garantías personales en muchos casos, pero crecen los stocks.
Y en tanto todo esto ocurre, ERTE por fuerza mayor pero sin saber si el día 11, una vez salimos del confinamiento, pasarán a ERTE por causas organizativas. Porque solo quienes nada saben y mucho hablan creen que volveremos donde lo dejamos. De eso nada. Saldremos como quien pisó la luna por primera vez, con tantas ganas como incertidumbres.
La crisis sanitaria nos cogió desprevenidos, pero la crisis económica se puede atacar si empezamos hoy.
Si de verdad creemos que una 'nueva normalidad' no es otro timo trilero, los gobiernos debieran elaborar un ambicioso plan de reconstrucción, afianzar un equipo al frente, consensuarlo con los principales partidos y agentes sociales y salir corriendo porque ya debiera estar en marcha. Perder tiempo significa que, cada día, algún pequeño negocio prefiera no volver a abrir, algún autónomo tire la toalla, alguna empresa familiar no encuentre sucesión y alguna gran empresa decida que aquí ya no es interesante quedarse. Los empresarios no tenemos un Primero de Mayo que nos saque a la calle envueltos en una misma pancarta. Pero ojalá tuviéramos aquí, en las calles de Cantabria, unas sillas tan vacías como vacío está de liderazgo este país y esta comunidad, ante la crisis que más ha necesitado en la historia reciente de líderes sensatos, eficaces y comprometidos dirigiendo los mandos.
Hay puestos que no pueden quedar vacantes en una democracia. Pero si algo bueno sale de esta sacudida social que está siendo esta pandemia, que sea la experiencia de que para los puestos de mando, no son mejor los amigos, ni los más guapos, a los que debo un favor, ni los de un género u otro, solo por serlo.
La próxima vez que vayamos a votar, los empresarios, los autónomos, los pequeños comerciantes, los trabajadores, no vamos a preguntarnos a quién quiero castigar sino a quién encargaría la tarea de gestionar una crisis como esta.
Esta vez, vamos a pagar caro el vacío de un liderazgo firme y honesto. Pero si la próxima vez también nos equivocamos, donde antes estaba la economía productiva solo va a quedar un vacío que no se va a poder llenar con sillas.
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