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En un pequeño paréntesis, hace días aproveché para una visita 'de médico' al Museo Thyssen-Bornemisza en Madrid. Porque nunca se mira en vano una auténtica obra de arte, y yo diría que ni siquiera una mala obra de arte. Siempre compensa.
Unas tablas al ... óleo del pintor tardogótico alemán Gabriel Mässelkircher (1430-1495) están fechadas en 1478. Representan a los cuatro Evangelistas y sendos episodios atribuidos a sus vidas (las hostias en la tumba de San Juan, el amansamiento de leones por San Mateo, San Marcos arrastrado por las calles de Alejandría, y San Lucas pintando a la Virgen, cuadro dentro del cuadro). Muchos detalles son entrañablemente anacrónicos. Escritorios de copistas medievales que nos revelan los medios de trabajo: los tinteros, la estantería donde se colocaba el libro original, abierto y con una cuerda horizontal que impedía que se cerrara. San Juan escribe 'In principio erat verbum', en el principio era el Verbo, aunque lógicamente el original se escribió en griego y su inicio es 'En arjé ean ho logos'. Lo mismo ocurre con la página que tiene Lucas a medio escribir, referida al sacerdote Zacarías: en latín. En 1478 hay un anacronismo en estos oficios también. Mässlekircher vivía en Múnich. Gutenberg ya había impreso en Mainz la Biblia veinte años antes y pronto esas imágenes de copistas serían doblemente desfasadas: ni los apóstoles tenían códices, ni los libros se copiarían a mano.
Aunque hay un intento de trabajar mejor los rostros, todo tiene un estilo medieval, desde el toro y el ángel hasta el peluche león alado de San Marcos o la especie de gallina aguileña de Juan. Hay que rebuscar un poco más para hallar en el escritorio de Marcos el anagrama IHS, es decir 'in hoc signo vinces', expresión de la aparición de la Cruz a Constantino en su batalla contra su rival Majencio por el poder imperial romano en el año 312. Tres siglos después de Marcos.
Pero el recorrido por el Museo nos lleva a una espectacular obra de Antonello da Messina (1430-1479). Se trata del 'Retrato de un hombre', óleo de 1472-1476. Es decir, entre dos y seis años antes de los retablos de Mässelkircher. Nos encontramos aquí ya en el Renacimiento prácticamente, con una perfección en las formas del rostro y un trabajo excepcional de ojos, nariz e incluso la incipiente barba y bigote del joven modelo del autor siciliano. Esto significa que el alemán también se estaba quedando desfasado en estilo artístico ya al finalizar sus tablas. Unos dirán que Messina estaba «adelantado» al tiempo; otros, que Mässelkircher ya iba «rezagado» respecto de la evolución del arte. Así, obras que eran simultáneas en el calendario, la década de los setenta en el siglo XV, no eran realmente 'contemporáneas' en el contenido, pues una era todavía medieval y la otra resultaba ya renacentista, la primera centrada en la religión y la segunda en el ser humano.
Podríamos llamar economía tardogótica a aquella que se está quedando en un tiempo anterior y que, aun en el mismo año de calendario, no se halla en la misma fase de desarrollo de su contexto. Por ejemplo, si Cantabria no instala energías renovables y sigue a la cola en este concepto, realmente continúa perteneciendo a la época de la pre-transición ecológica. Si se queda fuera del nivel de comunicaciones viarias y ferroviarias que ya van siendo norma en su entorno, se estanca en una época anterior de la logística. Si tomamos la última Encuesta de Población Activa y, eludiendo coyunturas procelosas, la comparamos en el largo plazo con el cuatro trimestre de 2002, dos décadas redondas, resulta que en España la ocupación aumentó un 20,4% y en Cantabria, un 13,5%. Siete puntos es mucho hasta para una sutura y en el año pasado hemos sido de los más modorros en este capítulo. Ya he mencionado en otros artículos, y ahorro repetir aquí, que también en PIB por habitante venimos evolucionando desfasadamente. Nos sucede además con la I+D+i, con el nivel de innovación en la economía y otros asuntos clave.
Nuestro riesgo es convertirnos en una tabla de Mässelkircher: hermosa y entrañable, legendaria, pero anacrónica. En otra parte se cuecen un renacimiento y una nueva tecnología, y nosotros no lo hemos olido. El reto de la Cantabria de los 41 años es llegar a región contemporánea, no meramente simultánea. Hay que pintar lo que toca en cada momento, y no dormirse en los pinceles. Hace años que las resecas hojas de nuestros cronogramas caen del árbol de las promesas y cubren las calles como boletos de tómbola sin premio.
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