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Con el fallecimiento de María del Rosario Cayetana Fitz-James Stuart y Silva –una mujer popular, divertida, farandulera y muy poco dada al hieratismo de su clase social– acabó un corto periodo de ruptura radical en la imagen de los titulares del Ducado ... de Alba de Tormes. De nuevo, a la casa ducal más importante de España y una de las más rancias de Europa, ha regresado la seriedad y la compostura de los herederos de García Álvarez de Toledo y Carrillo de Toledo, que en 1461 fue elevado al ducado por Enrique IV 'El Impotente'.
De la vida de Cayetana se supo más por el papel propalcote –también llamado cuché– que por sus desvelos para mantener el ingente patrimonio artístico, documental y arquitectónico de su familia. También por sus dos últimos matrimonios con el excura Jesús Aguirre Ortiz de Zárate y el anticuario Alfonso Díez Carabantes. Del origen vital y familiar del poliédrico Aguirre, quien se revistió con la prosapia y el abolengo de un patricio, se conoció en el libro 'Aguirre, el magnífico', firmado en 2011 por Manuel Vicent. Es en esa obra, imprescindible para desnudar el icono que ideó el prepotente jesuita, se relacionaba por primera vez –públicamente– al sobrevenido Duque de Alba con Torrelavega, concretamente con Sniace.
Su madre, Carmen Aguirre y Ortiz de Zárate, era una señorita santanderina –de la calle Bonifaz, 5– que había vivido un momento romántico, no bien resuelto, con un militar catalán, Ángel Prats, que la dejó embarazada con promesas de desposorio, pero que omitió el 'pequeño' detalle de que estaba ya casado y con tres hijos. Tenía Carmen dos hermanos: Jesús, general de Ingenieros de heroico currículo, y Ramón, juez en Villaviciosa. Para que los padres no se enteraran del desaguisado –año 1934– se la llevaron los hermanos a Madrid, regresando como madre adoptiva de un bebé que dejó a criar con una familia en Entrambasaguas.
El militar era buen amigo de Eugenio Calderón, también heroico guerrero del 36, a quien Franco había enviado a gerenciar la empresa Sniace, recién creada, –inventando, de paso, las puertas giratorias– por lo que emplearon a Carmen como secretaria, poniendo piso en Torrelavega «adornado como un bordoir de madama», según Vicent. El protector Calderón decidió que Sniace comenzara a tutelar los estudios del hijo natural de su empleada porque apuntaba maneras inteligentes, convirtiéndose así el amigo personal de Franco en su benefactor y padre putativo. El niño ingresó en el colegio de La Salle en Santander –también pagado por Sniace– «donde fue bien recibido por los hermanos del babero para estudiar Bachillerato». Viendo las cualidades del chaval, y sabiendo que por su origen no legítimo no encontraría aposento en la burguesa capital de La Montaña, decidió ingresar en el Seminario de Comillas, merced a otra beca, igualmente pagada por Sniace, de 8.000 pesetas mensuales.
Nunca reconocería, quien llegaría a Duque consorte de Alba, que su imparable trayectoria intelectual fue alimentada a los pechos de la empresa papelera inspirada por el fascismo italiano. Después, Calderón sería sustituido por el opusiano exministro de Franco, Gregorio López Bravo, que se mataría en 1985 en el fatídico vuelo 610 de Iberia, al chocar su avión contra una antena del monte Odiz, en Bilbao, cuando iba a visitar una de las joyas de Sniace, la firma Inquitex. La madre de Aguirre se casó con un guipuzcoano de cierta prosapia, Juan Antonio Saban Bergamín, con quien tuvo una hija –Nuria– que jamás se relacionó con su hermanastro, el sobrevenido duque de Alba.
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