Sniace, Torrelavega, Cantabria
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EDITORIAL ·
El futuro del complejo industrial, emblema de la capital del Besaya desde 1940, resulta fundamental tanto para la comarca como para el resto de la regiónEs inevitable sentir una cierta intriga ante la naturalidad con que, durante los dos últimos años, Cantabria, Torrelavega y sus respectivas autoridades, así como el ... Gobierno de España, han aceptado la muerte de Sniace, una de las industrias señeras de la industrialización nacional y regional y un verdadero motor de riqueza y empleo durante décadas. Mientras en otros momentos los cierres dieron lugar a importantes movilizaciones callejeras y acalorados debates políticos, desde la clausura de la fábrica en los días previos a la pandemia en 2020 hasta que el pasado día 5 los administradores concursales descartaron la única oferta de mantenimiento de la unidad productiva, ha transcurrido un bienio de casi total inactividad social e institucional. Cantabria ha dejado irse a Sniace al archivo de la historia industrial de la región sin un mínimo gesto salvavidas, a diferencia de ocasiones anteriores.
El impacto de esta situación no se debe infravalorar. Centenares de empleos directos y otros tantos indirectos se han esfumado, así como la circulación de esas rentas por las venas del comercio minorista y los servicios personales en Torrelavega y todo su entorno, incluyendo el arco de la Bahía. Se trata de uno de los episodios singulares de desindustrialización más significativos del devenir económico de la Cantabria contemporánea. Y hay que registrar casi notarialmente que ha ocurrido ante una actitud contemplativa de la sociedad y sus representantes. Ha habido muchas más movilizaciones de ganaderos por el problema de la legislación del lobo que de sindicatos, partidos y otros colectivos por la viabilidad de Sniace.
De hecho, como cuenta hoy en El Diario Daniel Martínez, las previsiones del próximo Plan General de Ordenación Urbana de Torrelavega, en los últimos meses, incluso sin saber si existía una posibilidad de supervivencia de Sniace, venían diseñando un futuro diferente para la gran superficie que dicho complejo ocupa. Un futuro de ordenación del territorio, pero no de actividad económica, ya que no se conocen todavía planes concretos de atracción de inversiones. Y es que el porvenir se antoja todavía sembrado de incertidumbres. Hay preguntas sobre cuándo podrá concluirse satisfactoriamente la venta de los lotes de activos de Sniace para satisfacer a los acreedores; sobre si, y cuándo, estará en vigor el PGOU torrelaveguense; sobre cuándo se podrá desarrollar el previsto Plan Especial de Reforma Interior; sobre qué tipo de inversores privados se pueden activar, tanto en la superficie comercial como en la industrial propiamente dicha; y sobre el tiempo que todo ello puede consumir y si se dispondrá de ayudas de otras administraciones o de Europa. Parecen demasiadas incógnitas, en este instante.
Incógnitas a las que se añaden posibles discrepancias en el seno de los partidos que gobiernan Cantabria desde 2015. El exconsejero socialista Fernández Mañanes, ahora responsable en la Zona Franca del Puerto de Santander, cuestiona la necesidad de invertir cuantiosos recursos en La Pasiega (y anular su valor agrológico y ambiental actual) si la gran superficie del complejo de Sniace queda disponible por la inviabilidad de esta industria. El planteamiento es muy razonable, pero choca con el reiterado uso en nuestra tierra de las cuestiones mineras e industriales como ganchos electorales. El caso es que esos hábitos no han producido ningún proceso apreciable de reindustrialización hasta la fecha, por lo que convendría abrir un debate, para el cual hay tiempo de sobra mientras los trámites judiciales y posjudiciales siguen marcando un ritmo lento en la liquidación de la que durante muchos años fue motor y orgullo de la industria de Cantabria. En cuanto a la promoción de suelo comercial en Sniace, el estado de las calles históricamente comerciales de Torrelavega es lo bastante comprometido como para pensárselo dos veces antes de alejar aún más consumidores a la periferia.
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