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Casi un año después de proceder, en pleno viernes de carnaval, al derribo y mutilación del Antiguo Hospital Militar de Santoña y culminar la infame ... destrucción de nuestra historia y patrimonio, hemos conocido, por la prensa, la intención del Ayuntamiento de Santoña de optar (ahora) a la subvención de las ayudas a cargo del llamado '1,5% Cultural' que otorga el Ministerio de Fomento para la rehabilitación de Bienes de Interés Cultural (BIC). También de optar a otras posibles ayudas por parte del Gobierno de Cantabria, una opción que, desde Santoñeses, llevamos poniendo encima de la mesa desde 2015, junto a la figura de la permuta de edificios o la compensación con locales o terrenos municipales para conseguir, precisamente, que la adquisición y rehabilitación de todo el conjunto fuera lo menos costosa para las arcas municipales. Recordemos que el equipo de gobierno local (PSOE-PRC) pretende gastar 1,6 millones de euros en la adquisición del inmueble que, a día de hoy, presenta un aspecto ruinoso y lamentable a pesar de su reciente y fallido retejado, más digno de una moderna urbanización de chalets que de un monumento histórico de su categoría.
Dentro la misma noticia, también se anuncia la intención del consistorio de que el edificio sea una 'extensión' de la casa de cultura, aparte de otros usos en los que se alude a la necesidad de «más espacio» para realizar actividades culturales o expositivas; una intención que sorprende, puesto que si se requiere más espacio para actividades de todo tipo, ¿para qué se derribó el ala oeste del edificio? Ahora vamos a tener la casa de cultura repartida entre dos inmuebles, siendo el más noble arquitectónicamente una especie de «anexo» del situado en Alfonso XII, construido en los años ochenta. ¿No habría sido mejor conservar el ala oeste, con todo su espacio, y crear un único y amplio centro cultural?
Recordemos que el ala oeste del antiguo hospital militar napoleónico (que formó parte del conjunto durante, al menos, doscientos años) fue demolido previa modificación parcial del Plan General de Ordenación Urbana de Santoña, en la que se descatalogó esa parte del edificio, retirándole la protección singular de grado uno de la que gozaba, para hacerla desaparecer y ganar así espacio para la futura construcción de un bloque de apartamentos de cuatro alturas en el resto de la parcela, que estaba calificada como jardín público desde 1987. Una recalificación urbanística especulativa que, desde Santoñeses, siempre hemos considerado lesiva para los intereses generales de Santoña, además de ser completamente innecesaria si realmente hubiera habido voluntad política para buscar otras alternativas como las que ahora se anuncian y que han sido soslayadas durante todos estos años ante la absoluta prioridad política (y personal) de ejecutar la demolición y hacernos creer que era inevitable.
Los protagonistas, locales y regionales, de todo este despropósito fueron el pasado 18 de enero a hacerse la foto ante el monumento mutilado; una foto que hemos echado en falta durante los cinco años en los que el tejado original ha permanecido hundido, dejando al conjunto a la intemperie, deteriorándose día a día sin que nadie le pusiera remedio, a pesar de que las administraciones públicas están facultadas, por ley, para intervenir de oficio en la protección de los bienes de interés cultural. Para el posado eligieron (no sabemos si por falta de pudor o por exceso de soberbia) el muro lateral que queda al descubierto tras el derribo del ala oeste, que no es más que una medianera que no guarda continuidad alguna con el resto del edificio. Aquello de que «había que devolver al monumento a su estado original» se ha demostrado como una falacia (una más en la sarta de justificaciones a la operación urbanística), pues el edificio muestra en sus heridas lo que siempre fue, un conjunto compuesto de varios elementos de diferentes épocas, sin simetría alguna, al que han dejado amputado e irreconocible en su dimensión histórica como hospital militar. El volumen y empaque que le daba el ala oeste ha desaparecido y lo que vemos ahora es una casona menguada y acogotada por la mayor volumetría de los edificios del entorno e insuficiente en cuanto a espacio para poder ser un centro cultural de referencia en la zona. Sin duda, una oportunidad perdida para Santoña que no podrán mitigar ni las fotos ni las ayudas económicas a destiempo.
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