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Sobre ayudas directas ... De nuevo
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Las dirigidas a empresas viables y a particulares para adquirir bienes o servicios parecen más indicadas que las directasNo hace mucho que en estas mismas páginas manifesté que no era demasiado partidario de las ayudas directas como instrumento para asistir, tanto a las ... empresas como a los particulares, a la hora de sobrellevar lo mejor posible los nocivos efectos económicos de la pandemia. Decía entonces que sólo en algunos casos, y con un estricto control fiscal, consideraba que tales ayudas podrían ser útiles. Dando por sentado que las ayudas públicas son necesarias para los dos colectivos mencionados, no decía nada, sin embargo, acerca de posibles alternativas a las ayudas directas. Ahora, y tras algunas lecturas ilustrativas, apunto algo al respecto.
De acuerdo con el economista Peter Bofinger, con quien coincido, las ayudas gubernamentales deberían cumplir con la regla de las 4 T: ser oportunas (Timely), tener un objetivo específico (Targeted), estar acotadas en el tiempo (Temporary) y, cada vez en mayor medida, ser transformadoras del tejido productivo (Transformatory). Pues bien, aunque las ayudas directas pueden tener algunas de estas características, difícilmente tendrán las cuatro y, más en concreto, difícilmente tendrán capacidad transformadora. ¿Cuál es, entonces, la alternativa?
Puestos a elucubrar sobre la cuestión, seguro que, con el tiempo, surgen propuestas interesantes. De momento, tres de las avanzadas por el mencionado economista parecen prometedoras. La primera de ellas, utilizada parcialmente por autoridades regionales y locales, es la de distribuir vales de consumo con fecha de caducidad, para compras concretas y en establecimientos concretos. Este es, por ejemplo, el caso del 'bono comercio Cantabria', puesto en marcha recientemente por el Gobierno regional, o el del vale 'Santander vale +', gestionado por el ayuntamiento de la capital; ambas propuestas benefician a los particulares, porque les permiten consumir más, y benefician a los establecimientos adheridos (restaurantes, cafeterías, tiendas, etc.), que están entre los que más han sufrido con los cierres provocados por la pandemia. Así, se garantiza el aumento del consumo, sobre todo en los establecimientos más necesitados.
La segunda de las propuestas, dirigida específicamente a los empresarios, es la que aboga por compensar las pérdidas generadas por la pandemia a lo largo de 2020 con los beneficios obtenidos el año anterior, de forma que los empresarios puedan recuperar parte (o la totalidad) de los impuestos pagados en 2019. La lógica de este sistema (compensación, a efectos fiscales, de las pérdidas de un año con los beneficios de un año anterior o tax loss carry-back) parece incuestionable: si los empresarios tienen que compartir con el Estado parte de los beneficios obtenidos en un ejercicio, no resulta ilógico pensar que el Estado debería hacerse cargo, parcialmente también, de las perdidas empresariales cuando estas se produzcan en otro ejercicio. Hay países europeos en los que este mecanismo ya funciona (Francia, Alemania, Irlanda, Holanda y Reino Unido), pero aquí, que yo sepa, sólo funciona el mecanismo de compensación hacia adelante (aplicación de las pérdidas de un ejercicio a la renta de ejercicios posteriores o tax loss carry-forward).
La tercera propuesta está relacionada con las inversiones que muchas empresas necesitarán realizar tras la pandemia, sobre todo en materia de digitalización, si es que quieren seguir siendo competitivas. Estas inversiones cumplirían con la última de las Ts antes indicada, ya que serían transformadoras, pero, en el contexto actual, su financiación encontraría serias dificultades. Podrían, sin embargo, beneficiarse del mecanismo de minoración instantánea de valor (instant write-offs), aplicable a determinados activos (maquinaria, equipo, ordenadores, etc.) de la empresa y mediante el cual esta lograría una deducción o exoneración de impuestos: el coste de la inversión se deduce de la renta de la empresa a efectos de disminuir su carga fiscal.
En definitiva, este tipo de ayudas a empresas viables y particulares, especialmente orientadas hacia el consumo e inversión en bienes y servicios específicos, los más dañados por la crisis del covid-19, parecen ser más apropiadas para el relanzamiento de la economía que las ayudas directas, que uno nunca sabe a dónde van a parar; no sabe si se consumen (aumentando la demanda agregada) o se ahorran y, si se consumen, no se sabe si lo hacen en los negocios más necesitados o no.
En todo caso, y reconociendo la conveniencia de las ayudas públicas en la situación actual (más del tipo de las aquí mencionadas que de las directas), considero que el esfuerzo fundamental de los gobiernos (central y autonómicos) debería centrarse en conseguir una sanidad más potente: sólo así estaremos en condiciones de necesitar menos ayudas públicas, ahora y en el futuro.
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Ana del Castillo
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