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Los desastres naturales diezman la población, traen dolor, miseria y desesperanza, y nos unen en el esfuerzo de remediar sus desastrosos efectos por más que sus devastadoras consecuencias presenten infranqueables barreras que salvar para devolver a las víctimas sus derechos a vivir en paz y ... recuperar sus necesidades vitales. El covid nos ha asolado, nos ha puesto en guardia a gobernantes, ciudadanos y niños de lo precaria que puede ser nuestra vida. Nos ha traído a la cabeza la conciencia de la propia limitación por lo que quizá de cara al futuro haya dotado al mundo de un arma necesaria para sobrevivir: la concordia. Señales de ello son que los poderosos que han exhibido sus garras al mundo, como los Bolsonaro, Trump, Maduro... y otros afines, han hincado el ala tras morder en sus propias carnes el dolor de la pandemia. Pero la desgracia hay que aprender a superarla y nunca olvidar el sufrimiento que causa. Por ello, creo que está llegando el momento de la búsqueda de la paz mundial poniendo las armas de la fortaleza de espíritu, del diálogo atrevido y abandonando actitudes preponderantes hacia el vecino, repartiendo la riqueza de los pueblos sin orillar a aquellos que permanentemente luchan y sobreviven a la miseria. Este espíritu democrático es el que debe inundar a los gobernantes codiciosos que en su momento despreciaron al resto de los mundanos habitantes, y que se creyeron montados en un poder impropio de la democracia, con el pervertido uso de la fuerza gobernante. Cuando esta situación democrática llegue al reparto del poder, será el momento de levantar la copa por un futuro mejor, más humano y participativo, montado en la ola de la igualdad entre todos los seres humanos.
Pero no nos equivoquemos, por sí sola la democracia no podrá vencer el ímpetu de los tiranos que nos acosan y amenazan con reducir a cero nuestros derechos humanos reconocidos por la ONU. Véase Afganistán, fuego que está prendiendo en la convivencia de los pueblos y que no puede ser vencido con argumentos. La Historia del mundo está ahí para sacar consecuencias y engrandecernos. Las cruzadas surgieron por la invasión de pueblos que pretendían cambiar nuestro modo de vida imponiendo su tiranía marcada por la confesionalidad de los gobernantes. A veces también hay que recordar como Jesús entró en el templo expulsando a los paganos que desarrollaban allí sus mercaderías despreciando el recinto en el que se encontraban. Los cruzados enarbolaron sus armas y al grito de ¡por Cristo! arrojaron a los insurgentes de las tierras cristianas. Cuando el diálogo es imposible, cuando la amenaza es perder nuestras costumbres, nuestra cultura, nuestras leyes igualitarias que tantos lustros y esfuerzos nos han costado alcanzar, la única solución es luchar con las armas contra los invasores para devolver los derechos civiles a los pueblos único vínculo con el progreso, la justicia y la igualdad. Tenemos los Occidentales una poderosa arma para defendernos de los ataques devastadores, la OTAN. Es el momento de que actúe en el mundo para devolver al hombre lo que es del hombre ya que el Dios de los talibanes y el ISIS no es el nuestro ni abandera las mismas prerrogativas que nos son conferidas por el nuestro. Pregonar la guerra no es mi estilo, pero como el náufrago en busca de su salvación, busco el madero al que asirme para sobrevivir. No veo otra solución para vencer a los invasores fanáticos que asolan nuestra civilización. Recordemos con dolor que el 11S causó infinito sufrimiento y que USA supo reaccionar a la violencia con la violencia. Estos tipos humanos, por denominarlos de alguna manera, no serán vencidos con concordia y amistad ni prebendas económicas como se intentó hacer en Afganistán, con posterioridad a la desaparición de Bin Laden. En este caso, la justicia clama por una pena capital: o la cárcel o la aniquilación. No hay término medio, a mi modo de ver, y la situación es ya lo suficientemente terrorífica como para defenderse con las armas. Recodemos que la guerra de Irak no fue justa porque, entre otras razones, el motivo que lanzó a los aliados, la posesión de armas químicas, no fue demostrada. El único obstáculo que se debe vencer es obtener una resolución favorable para la actuación guerrera en la ONU, lo cual no será fácil porque cada uno arrima el ascua a su sardina y no creo que países antidemocráticos como Rusia y China apoyen las insurgencias populares que son la causa de su razón de ser. Veremos qué iniciativas somos capaces de adoptar quienes nos autodenominamos democráticos.
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