Sociología y Quinología
CANTABRIA POSITIVA ·
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CANTABRIA POSITIVA ·
Las independencias latinoamericanas fueron un malísimo negocio a uno y otro lado del charcoCon el fallecimiento de Quino, el creador de Mafalda, desaparece un intento de combinar esperanza y desesperanza, inocencia y cinismo; de mostrar que, frente a las fraseologías de lo políticamente correcto, quedan a la intemperie realidades muy crudas. La gran noticia que compartía las ... portadas de la prensa argentina con la necrológica de este gran artista de Mendoza era la siguiente: el 40% de los argentinos están en la pobreza. Ironizaba un uruguayo sobre que hay dos cosas que no se entienden en economía: por qué Japón, que no tiene nada, es un país avanzado, y Argentina, que lo tiene todo, no lo es.
Dos siglos después de la independencia argentina, un 40% de sus ciudadanos son pobres. Por tanto, la independencia ha fracasado, salvo que pongamos el listón muy alto y exijamos por lo menos la ruina de un 95% de los nacionales para declarar fallido el experimento. Aunque por ese porcentaje deben ir ya los bolivarianos de Venezuela, país que terminó el año pasado con una inflación del 9.585%, como lo leen: casi diez mil por ciento. Otro estado criollo triunfante.
¿Exageramos? Otra noticia de la semana: Guatemala recurre a la fuerza pública para impedir que atraviese su territorio una caravana de 2.000 migrantes hondureños hacia Estados Unidos. México amenaza a mujeres y niños con penas de entre 5 y 10 años de cárcel por circular ilegalmente (ah, el «humanitario» López Obrador tiene su propio muro al sur). ¿Y por qué hacen eso los hondureños? Por el hambre y la violencia. Otro gran éxito. Como Cuba, que no quiso el imperio español y acabó eligiendo entre el yanqui o el ruso. Los hijos de los que echaron a los españoles tuvieron que echarse a sí mismos a Miami en unas pocas décadas. En cuanto a México, insiste el predicador de La Chingada en que pidamos perdón por la Conquista, pero es México quien tiene que pedir perdón a los mexicanos, por doscientos años fallándoles. Culpar al infeliz Carlos IV de los desmanes de los aztecas contemporáneos es ya de mal gusto.
Las fortunas e infortunios de los cántabros en las Américas quizá nos sacarían de estas deprimentes observaciones alegando que allí, como en todas partes, hay ciclos buenos y malos, y que no debemos juzgar a Egipto solo cuando hay plagas. Es cierto que mucho desarrollo de Cantabria se explica por el capital indiano, desde el marqués de Comillas al de Valdecilla, pasando por los Pereda e incluso el Banco Santander. Y que en Cuba, México, Venezuela o Argentina quitaron la necesidad muchos montañeses. Innegable, agradecible. Pero eso también podemos verlo al revés: lo mal que sentó la independencia a los propios españoles, que se quedaron solos consigo mismos (observaba el filósofo José Gaos en México) y empezaron a pegarse clericales con anticlericales, centralistas con periféricos, europeístas con africanistas.
En nuestros momentos pésimos, el México de Cárdenas salvó a la flor de la intelectualidad española, y muchos otros tuvieron un sano vivir en Argentina, Ecuador, Antillas, Venezuela o Chile. Pero, después, también nosotros hemos acogido a los que huían de esas hormonadas dictaduras cuya increíble enumeración ocupa el 90% de la historia contemporánea de Hispanoamérica y no menos de un 75% de sus novelas. Algún favor hemos devuelto. La conclusión en todo caso es la misma. Fue malísimo negocio a uno y otro lado del charco. No hemos llegado a crear una fraternidad de estados porque aún no hemos asumido que un imperio en el que quedaron tantas afinidades (familias, lenguas, creencias, estilos) merece algo más que la deriva particular de cada uno, en general muy dudosa. Aunque no le veo mucho arreglo, por la persistencia de los alicortos intereses. En esto me identifico con Mafalda.
A Ortega le gustaba una cita de Montesquieu sobre que Europa es una sola nación, compuesta de varias. Lo hubiera podido repetir para todas las naciones que hablan español; Marías lo sugiere en 'España inteligible' y el asturiano Bueno llamaba la atención sobre ello. Doscientos años después, el hondureño pena en la selva guatemalteca, el argentino en su estancia, el venezolano en el exilio, el español en Emiratos, el mexicano cuando sale a comprar tabaco, el cubano en el peor capitalismo que hay, que es el sumergido… A otros pueblos los estudiará la sociología; a nosotros, desde luego, la Quinología.
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