Secciones
Servicios
Destacamos
Esta pandemia que todos estamos sufriendo, y especialmente el confinamiento al que nos ha empujado, ha puesto sobre la mesa uno de los grandes males ... de nuestra sociedad, la soledad. Esta situación, desconocida para todos, ha provocado niveles enormes de estrés, con grandes dosis de ansiedad y angustia. Y en situaciones de estrés, nuestra naturaleza nos impulsa a buscar la compañía de otras personas, siendo esta una respuesta biológica innata. Desde una perspectiva evolutiva, piense que los humanos prehistóricos tenían mayor probabilidad de sobrevivir cuando cooperaban entre ellos y realizaban juntos actividades como la caza. Lógicamente, si un individuo abandonaba el grupo, tenía mayor probabilidad de morir. Y por eso la evolución ha favorecido a los individuos sociales, aquellos que mejor se adaptan a vivir en sociedad.
Pero, ¿qué sucede cuando la situación producida por este virus nos impone mantener un distanciamiento social como única forma de vencer al virus?
Esta situación es terrible para las personas, especialmente para aquellas más susceptibles o que se encuentran más solas. Esta pandemia está suponiendo una prueba de resistencia o quizá más bien de ese término que esta ahora tan de moda, como es la resiliencia. La resiliencia es la capacidad para adaptarse con resultados positivos frente a situaciones adversas o traumáticas.
Según un estudio de la Universidad Complutense sobre el impacto psicológico del covid-19, un 45% de los encuestados expresó sentir falta de compañía, aunque para un 11% esta sensación ya la padecía anteriormente a menudo. Por lo tanto, uno de cada diez personas se sentía solo previamente del covid. Y durante el confinamiento, la mitad de los encuestados sentía esa sensación, incluso a pesar de no estar solos. La globalización y la tecnología fomentan una sociedad cada vez más individualista. Hoy en día es fácil que, si nos preguntan por alguno de nuestros vecinos, como mucho nos suene su cara, y poco más. Esta distancia que marcamos como si fuese una protección nos conduce al aislamiento y el aislamiento, a la inseguridad. Las personas que están solas suelen acabar enfermando. Se ha comprobado que las heridas curan peor, que el sistema inmunológico es más débil, la probabilidad de sufrir trastornos cardiovasculares, diabetes, demencia, ansiedad y depresión se incrementa y también la posibilidad de muerte prematura. Es un hecho comprobado que la soledad mata. De hecho, hay estudios que demuestran que la soledad es tan perjudicial para el ser humano como la obesidad o el tabaco.
Las personas que se sienten solas durante demasiado tiempo modifican sus conductas y sus pensamientos. Con la pandemia hemos podido observar comportamientos totalmente disruptivos en gente que probablemente de no haber ocurrido este hecho, hubiese llevado una vida normal. Se han multiplicado ciertos pensamientos paranoicos, incluso conspiranoicos, con conductas autolíticas, aislamiento social y emocional, alejamiento impuesto y autoimpuesto, irritabilidad, estrés y negatividad. Y es que la soledad genera en el cerebro señales similares a las del hambre ya que la cercanía a otras personas es una necesidad humana tan fundamental como la comida. Por esta razón, esta situación nos esta convirtiendo a todos en anoréxicos sociales y en ortoréxicos emocionales. El aislamiento involuntario provoca en el cuerpo una reacción de estrés, originado por la carencia de la necesidad vital de contacto humano, aunque no es menos cierto que la necesidad de cercanía personal no tiene la misma intensidad en todas las personas.
Si esta situación se mantiene en el tiempo, se vuelve crónica. O como parece que puede suceder, si nos vuelven a confinar, y experimentamos nuevamente otra situación dura y prolongada de aislamiento, junto con la inseguridad de la duración que puede tener, nos puede llevar a modificar de forma permanente nuestras conductas, nuestros comportamientos e incluso nuestra forma de ser.
De hecho, ya hay científicos que se preguntan si el contacto virtual puede ser un sustituto del contacto físico. Si las redes sociales o los métodos que internet pone a nuestra disposición para comunicarnos con otras personas pueden ser la solución para mantener cierto contacto, aunque no sea físico. Lo hemos visto durante la pandemia para combatir la soledad y el aislamiento, incluso hasta para la atención a los enfermos hospitalizados. Es conocido que dar la mano a una persona cercana activa regiones cerebrales que alivian el dolor, actuando el contacto físico como un analgésico. Si la persona es desconocida, también funciona este sistema, aunque en menor medida. Ahora los científicos buscan descubrir si también se puede obtener este efecto mediante una pantalla. Quizá este sea el futuro, quizá podamos combatir la soledad con una tableta o un teléfono móvil, pero espero que esta situación nos haga reflexionar y nos haga recordar que necesitamos de los demás, que el contacto humano es importante y que debemos afianzar nuestras relaciones personales cultivando la amistad con las personas que tenemos a nuestro alrededor.
Nos dicen que no es momento de ser egoísta, pero en este caso, ser egoísta es mirar por y hacía los demás, lo que es bueno para los demás, es bueno para ti. Y lo que es bueno para ti, es bueno para los demás. Se egoísta, protégete del virus, y protege a los demás. Recuerda que no estás solo, y si te sientes solo, pide ayuda, de una manera o de otra, todos estamos conectados. Déjate ayudar, no estás solo. Si lo necesitas, pide ayuda.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.