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El amago de invasión de la ciudad de Ceuta con civiles alentados por las autoridades marroquís; las maniobras del ejército norteamericano en Marruecos; la afanosa búsqueda de unos minutos de conversación, de una imagen con Joe Biden del presidente Sánchez, escenifican la soledad de España ... ante el único país que reivindica como propio una parte de nuestro territorio nacional.
Marruecos hace gala de sus excelentes relaciones con EE UU. Sus dirigentes repiten, tantas veces como sea necesario, que su país fue el primero en reconocer la independencia norteamericana. Marruecos y Estados Unidos mantienen en vigor, desde 1786, un Tratado de Amistad y Paz; quizás uno de los tratados internacionales vigentes más antiguos. Desde entonces ha cultivado su amistad con los EE UU, no pudiéndose encontrar ningún momento de tensión entre ambos países a lo largo de la historia. Hay que subrayar dos hechos importantes recientes: la firma de un nuevo acuerdo de cooperación militar en octubre de 2020 y el reconocimiento de la soberanía marroquí sobre el Sahara Occidental bajo la presidencia de Trump; esto último, a cambio del reconocimiento del Estado de Israel por el Reino de Marruecos. La cooperación militar es intensa, tanto en ejercicios, como en formación, tecnología y armamento modernos.
Las relaciones históricas de España con EE UU, se remontan a la misma Guerra de Independencia Norteamericana. España, aun potencia mundial, apoyó a los colonos que se enfrentaban a las tropas británicas, pero la tensión e incluso el enfrentamiento, fueron luego lo habitual, debido a la expansión de EE.UU. hacia el Oeste y a la independencia de la América hispana, culminando con la guerra injusta y desigual de 1898, en la que los EE.UU. se apoderaron de los restos de la España de ultramar; Cuba y Filipinas. Ya en el pasado siglo, en 1953, en plena Guerra Fría, se firmaron los Pactos de Madrid; unos acuerdos de cooperación militar en los que se cedió el uso de cuatro bases militares a cambio de ayuda militar y económica. Estos acuerdos no permitieron la utilización del armamento de ayuda americana en la guerra de Ifni-Sahara de 1957-1958 contra las guerrillas marroquíes. Queda, por otro lado, para los investigadores, estudiar qué papel jugaron los EE.UU. en la Marcha Verde, la invasión organizada del Sahara Occidental para provocar la salida de España de ese territorio.
Después de la muerte de Franco, se firmó el Acuerdo de Amistad y Cooperación con EE UU, se intensificó la relación, con visitas de los Reyes de España a EE.UU y, años después, de George Bush a España. El momento culminante de la relación puede asegurarse que fue el de la presidencia de Aznar. A partir de entonces, un desplante de Zapatero a la bandera norteamericana y la retirada apresurada y unilateral de las tropas españolas de Irak, enfriaron unas relaciones que sólo recobraron un breve impulso durante el mandato del presidente Obama. EE UU mantiene actualmente fuerzas en bases españolas de utilización conjunta y las relaciones entre las fuerzas armadas de ambos países son muy buenas, como suele pasar entre militares.
Tras el amago o más bien ensayo de invasión de Ceuta, el presidente de la Cámara de Representantes marroquí declaró que «Ceuta no es territorio europeo, sino tierra marroquí ubicada en el territorio del Reino de Marruecos» y el Parlamento marroquí reiteró el concepto de «ciudades ocupadas», en referencia a Ceuta y Melilla, lo que se une a la dialéctica clásica de los medios de comunicación marroquís que denominan a estas ciudades «presidios» o «enclaves ocupados». Marruecos reivindica esos territorios y España está amenazada.
España forma parte de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y colabora con su presencia en el esfuerzo común en distintas misiones: Irak, Afganistán, Países Bálticos, Turquía. Escenarios lejanos del territorio nacional, contribución lejana a la seguridad dentro de una organización que ha permitido la modernización y la profesionalización, en su más amplio sentido, de nuestras FAS; pero que no moverá sus recursos militares en nuestra ayuda en caso de requerirlos en nuestras ciudades de Ceuta y Melilla. Su escudo nos protege de amenazas lejanas, pero no de la amenaza inmediata.
España forma parte de la Unión Europea. Su Parlamento aprobó una resolución condenando la agresión marroquí a un Estado miembro. Pero la UE no es una coalición militar, no empleará recursos militares para ayudar a nuestra defensa. Podrá adoptar medidas policiales o suspender acuerdos con Marruecos y también podrá hacer más declaraciones, pero no nos defenderá. España está militarmente sola frente a la amenaza marroquí.
Para paliar la soledad estratégica militar española, se precisan dos elementos fundamentales: capacidad militar superior al adversario potencial y voluntad manifiesta de emplearla con oportunidad. Hay que conseguir y mantener la ventaja en todos los espacios de batalla: terrestre, marítimo, aéreo, espacial y en el ciberespacio y eso requiere inversión, planes a largo plazo no sujetos a los vientos del partido de turno. Invirtiendo en Defensa disuadimos al adversario, ganamos el respeto de nuestros aliados y ayudamos a colocar a nuestro país en el lugar que le corresponde entre las naciones. Quizás también sea un medio para conseguir mayor atención del amigo americano.
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