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De pronto, en Madrid, como un viento fresco huracanado, surgió hace unos meses en la vida política española una muchacha de comportamiento excepcional y diferente ... que le dio 'sopas con honda' a todo el mundo. La realidad es que la suya, si se analiza, no fue una actuación muy distinta o extraordinaria, y es realmente curioso que haya llamado tanto la atención su triunfo, simplemente ofreciendo un compromiso leal, clarito y sincero en su contrato con los ciudadanos, con datos entreverados con juicios penetrantes y sinceros, que tal parecía una 'Historia de los heterodoxos españoles' de Don Marcelino, o haciendo esas mismas confesiones tan diferentes y rocosas como una 'Madera de Boj' de Cela, que debiera de ser lo habitual en estas lides.
Arrasó simplemente porque cumplió con unos parámetros universales: claridad en la exposición de sus objetivos, energía para llevarlos a cabo, elección de las personas adecuadas y emprendimiento. Todo eso, y nada más ni menos que eso, hizo Isabel Díaz Ayuso para lograr el mayor éxito político y de adhesión ciudadana de los últimos años, conseguida eso sí con sencillez, voluntad férrea y trabajando a tope, tal y como debieran de hacerse las cosas en política y no se hacen. Y además, siempre con una sonrisa que parece natural/sincera y seguro que lo es, porque encandila y la gente no es tonta tal y como piensan algunos. Además, la sonrisa en el semblante, que en este caso no tenía mayor mérito porque la puso el éxito sin ningún esfuerzo propio.
Así que ahora, a estas alturas se descubre el binomio economía-salud como objetivo prioritario y conviviente, que ella defendió, jugándoselo todo. Ahora es cuando tenemos el ánimo como un permafrost -suelo helado perpetuo de los Polos o el Himalaya-, sin saber bien a qué atenernos y con una incidencia acumulada superior a dos mil casos.
¿No habría que haberlo pensado un pelín antes de que estuviéramos tan enormemente desconcertados y temerosos, señor presidente del Gobierno? De esa forma, podría haber legislado convenientemente sin alimentar este desconcierto y las peleas múltiples entre comunidades autónomas que, casi a punto de llegar a las manos, dejaron repetidamente a los jueces a los pies de los caballos. ¡Ya!, la cogobernanza, si lo sabemos..., pero es que ahora tenemos la economía hecha unos zorros con esta inflación imparable y a los ciudadanos nerviosos, aunque eso sí, afortunadamente bien vacunados por las autonomías cogobernadas (es decir, allá te apañes) y no nos llega la camisa al cuello porque ni nosotros ni nadie sabe en qué terminará todo esto, y ustedes no se aclaran en un permanente hoy esto es así y mañana todo lo contrario, que inquieta lo suyo. Dicho «lo suyo» con toda la intención.
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Ana del Castillo
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