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La verdad, en el pasado mes de abril, cuando vivíamos una jornada de reflexión preelectoral, era difícil adivinar —tampoco lo deseábamos— que apenas seis meses después íbamos a estar casi en las mismas circunstancias. Quizás peor, porque el tiempo perdido no se recupera. Menos ... mal que a nivel municipal las cosas marchan de otra manera. Los ayuntamientos parece que funcionan. Puede haber puntos de vista diferentes en algunos temas, pero hay pactos que permiten gobernar. Lo he repetido más de una vez: «¡Qué mande uno, pero que mande!.., y aunque mande mal». Si no marcha, ya nos encargaremos de cambiarlo, y cuanto antes mejor. Porque eso es precisamente uno de los aciertos que tiene la democracia.
Me pregunto si estos debates, más o menos seguidos en la pantalla, son tan significativos a la hora de emitir nuestro voto. Lo dudo. A lo mejor es todo lo contrario. Nunca había visto los partidos tan partidos. Cuando en Cataluña se está cuestionando desde la Constitución, la Jefatura del Estado, y hasta la unidad de la Nación, está cortada la libre movilidad de los ciudadanos y un presidente autonómico alienta complacido el terrorismo callejero frente a la policía ¿cómo puede el presidente del gobierno calificar esta gravísima situación anticonstitucional como un simple problema de convivencia, como si fuera el de una comunidad de vecinos?
Estoy seguro que la mayor parte de los votantes tienen bien decidido a quien van a votar; otra cosa es si ya hay decisión de participar o no en la votación. Existe un cierto desencanto al ver las dificultades que se presentan para formar gobierno si el partido más votado no alcanza una mayoría y surgen pactos incomprensibles con partidos separatistas o comunistas. ¿Será «ahora sí», o «ahora tampoco»? Nuestra vigente Ley Electoral no funciona como todos hubiéramos deseado. ¿Una segunda vuelta solucionaría el problema? ¿No merecería la pena intentarlo? Los políticos tienen la palabra.
Mientras tanto reflexionemos, o mejor premeditemos. Como la reflexión bien entendida empieza por uno mismo, tengo doble motivo en esta jornada: por un lado, las elecciones, y, por otra parte, asistiremos a la boda de nuestra nieta. Está claro: Ana y Álvaro, hoy son mis candidatos preferidos. Ojalá recuerden durante muchos años esta fecha de su matrimonio. Y aunque llueva, éste es y será —a Dios gracias— el sábado más alegre en sus vidas. Mañana, será otro día.
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