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Hace días en esta misma ventana, a través del suplemento de éxito 'Cantabria en la Mesa', se informaba sobre el atragantamiento, que supone una de las causas más numerosas de mortalidad infantil. También es frecuente en adultos, sobre todo en mayorcitos, que también pueden ... vivir las mismas crisis malvadas. El artículo daba una acertada información preventiva ante el riesgo de que un cuerpo extraño, sobre todo en niños, interrumpa la vía aérea y cause su cierre. Esa acidosis metabólica, ausencia de oxígeno y aumento de carbónico en sangre, provoca si no se actúa, lesiones irreversibles que muchas veces conducen a la muerte cerebral. Toda una brutal prueba de estrés para un equipo de urgencias médicas.
En mi memoria, supongo que como en todas las de mis colegas, como viejo profesor y especialista ORL, se encuentran grabadas a fuego secuencias impactantes sobre el tratamiento urgente de cuerpos extraños laringo-traqueales: los más dramáticos y fuertes para soportar y los más gozosos cuando han podido resolverse.
Es fácil imaginar la dureza de tener que decirle a unos papás que tenían un hijo sano hace minutos que ya se ha producido su muerte cerebral. También pueden calcular la enorme satisfacción íntima de decirle a otros padres que el niño está perfectamente después de haber realizado una maniobra de Heimlich de presión abdominal o la apertura quirúrgica de la vía aérea con una traqueotomía de éxito.
En mi casa se recuerda frecuentemente con cierta sorna cómo cuando mis hijos eran todavía niños, su padre 'la montaba' en aquellos cumpleaños deliciosos, sin hinchables ni cuentacuentos, cuando veía aparecer ante los niños unos cacahuetes o unas almendras de riesgo, ejemplo visible de cierta deformación profesional.
Pues bien, yo mismo me encuentro también en plena crisis de atragantamiento y no hay manera de reanimarme mientras me subo por las paredes agarrado al techo de la indignación. ¿Cómo es posible que el Tribunal de Cuentas recientemente renovado revoque una sentencia de sus compañeros cesantes que impedía, como es lógico, pagar con dinero público las indemnizaciones a las que fueron condenados los sediciosos golpistas malversadores catalanes, autores de un pretendido golpe de Estado, que se encuentran ahora de terraceo en Cataluña?
Lo es porque una vez más hemos presenciado lo más sucio y rastrero de la política. Los grandes partidos se pusieron de acuerdo hace nada a nuestras espaldas para renovar el Tribunal de Cuentas y ahora conocemos con que aviesa intención: vomitivo. Además lo hicieron público para que pasase desapercibido, al día siguiente del comienzo de la terrible guerra de Ucrania: traicionero. Es decir, vomitivo y traicionero.
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