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En diez años no hemos conseguido tramitar ninguno de nuestros catorce parques eólicos y todavía estamos esperando a Godot para iniciar sondeos en la mina ... de Reocín. Mientras tanto, los chinos han logrado hacer brotar una semilla en la cara oculta de la luna, donde los cargos socialistas no tienen jurisdicción para otorgar permisos medioambientales. Así que el consejero de Industria y Turismo explora otras fronteras –quizá para esquivar los francotiradores que dice sentir– y ha cambiado la Cantabria Infinita de Marcano por la similar fonética 'marciano'. Estrenamos en Fitur una propuesta turística extraterrestre en Arredondo, capital del mundo que ahora se reivindica como sucursal terrícola de Marte. Proyecto que recrea cómo sería la primera colonia humana en el planeta rojo. El escenario, quizá, podría brindar la oportunidad a Revilla de estrenarse como el primer orador estratosférico. Elevamos nuestras plegarias hacia el cielo. De Altamira a Marte.
Esta semana nos hemos subido al cohete y también al tren con destino Bilbao, que conduce Revilla en dirección contraria hacia donde se ha precipitado sin éxito en las últimas décadas. La caravana electoral cambia de rumbo para mantener el discurso reivindicativo con aire más periférico, menos centralista. También más acertado: los turistas vienen y van, pero necesitamos fijar más población que el País Vasco nos puede proporcionar con un transporte eficaz. Ya hemos visto que la inversión productiva en Santander prácticamente se limita a la apertura de supermercados. Tenemos cien, tantos como rotondas. Conviene indagar si entre ambas variables existe alguna perturbadora correlación.
Mientras Revilla se sube a otro tren, Ruth Beitia se apea en marcha del suyo. En una desacostumbrada decisión política renuncia a todos los sillones. La implosión de Beitia logra que, por comparación, Gema Igual no parezca tan mala candidata, y también demuestra que los trenes no pasan sólo una vez. A Buruaga la dejaron plantada en el andén y por pura carambola ha podido subirse al coche escoba con Ildefonso Calderón, el único que dijo adiós antes de tirar la primera piedra contra Beitia. Ella se esfuma, otros quizá nunca tengan la audacia de aceptar su propia impericia.
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