La sublevación de la meada

Lo de orinar en la calle hoy es cosa de borrachines y gente insalubre, algo que hubiera carecido de cualquier atisbo de heroísmo si no hubiera leído cómo se originó en Santander la sublevación contra la ocupación del ejército francés el 26 de mayo de 1808, tal y como lo cuenta Modesto de la Fuente en su 'Historia general de España'. Todo ocurrió cuando en la calle de Arcillero un mocoso se puso a mear y un ciudadano francés que vivía en la Plaza Vieja, de apellido Carreiron, le recriminó dándole un empellón y diciéndole: «¡Anda cochino! Pronto vendrán los que os enseñarán a ser limpios».

Después de los sucesos del 2 de mayo en Madrid, los ánimos contra los franceses estaban bastante encendidos, así que las consecuencias de la meada del chiquillo fueron catalizador de la indignación, porque el padre del muchacho le atizó una bofetada al franchute y se formó tal alboroto que la cosa terminó con los tambores al toque de generala y a rebato las campanas de las iglesias, entre gritos de «¡muera Napoleón!».

Desde que ocurrieron tales sucesos, se consideró sublevada Santander y las autoridades armaron a unos 800 paisanos contra el invasor. Así que mientras en la plaza que lleva su nombre Pedro Velarde apunta con su cañón la evocación de la independencia española, los cuatro niños de la Fuente de los Meones bien pudieran estar salpicando a los napoleónicos, haciendo constar que los patrióticos chorros salen de sus respectivos cántaros, a pesar del popular nombre que se ha dado a la fuente. La higiene, lo primero.