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Sucede todos los días: caminas tranquilamente por la calle, te cruzas con un sinfín de personas, todos a sus cosas, hablando por el móvil, paseando al perro, deambulando sin más, y todos con mascarilla. Tienes la certeza de que la vida avanza. De ... repente, aparece uno solo sin ella y cambia por completo tu energía, la rabia se apodera de ti y te convences de que la humanidad está abocada a la extinción. Un tipo, un solo tipo sin mascarilla tiene ese poder.
Sucede todos los días: en el coche, con tu emisora de radio de fondo, en paz, en ruta, junto a muchos conductores, todos esperando en el carril de desaceleración para salir de la autopista. Tienes la certeza de ser parte de un mundo que se mueve al unísono. De repente, aparece un bandarra con el coche a toda potencia, saltándose la fila y las normas de circulación, y el mundo se resquebraja, apareciendo el odio en su más primitiva versión. Descargas la furia a golpe de claxon, sonido desagradable que potencia el mal rollo, y el resto de conductores se contagia de la misma sensación, deseando que se estrelle bien pronto ese malnacido. Un tipo, un solo tipo colándose cambia el mundo.
Sucede todos los días: alumnos que comprenden el proceso de aprendizaje, que se entregan a tu manera de hacer las cosas, que descubren que, detrás de la palabra, está el pensamiento de cada uno, que, a través de la lengua y la literatura, se encuentra el diálogo perenne con los vivos y los muertos, que te enseñan cada día, con su entusiasmo, que quieren saber más, escribir, leer, crecer,... y tú entras en una especie de éxtasis con el cosmos, como si todo tuviera sentido, como si, finalmente, tu profesión fuera importante. De repente... Y sí, también los hay que se aprovechan del resto, que no hacen los trabajos, que no muestran ninguna gana, cuyos padres echan la culpa al sistema escolar, con la administración facilitando su estrategia, pero ya nada se desmorona. Por un alumno, por un individuo con esta actitud no podemos cambiar la percepción de las cosas.
Cerramos una etapa, curso y mascarillas, y no nos puede afectar tanto esta minoría ruidosa, tenemos que poner el foco en aquellos que hacen lo correcto, que posibilitan que la humanidad haya salido de las cavernas, esa mayoría existente para lograr no perder el control y no permitir que, como decía mi abuela: «un garbanzo negro te estropee el cocido». Somos más, muchos más los que hacemos las cosas como buenos ciudadanos, como buenos alumnos de la vida.
Ser profesor compensa, siempre. Ser cívico también. No lo olviden.
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