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La ley del suelo estatal, de obligado cumplimiento, dispone que el suelo rústico deba dedicarse al uso agrícola, ganadero, forestal, o cualquier otro vinculado a ... la utilización racional de los recursos naturales. Es un suelo no urbanizable. Ahora en Cantabria, una nueva ley quiere legitimar la construcción indiscriminada de viviendas unifamiliares sobre estos suelos (prados, cultivos, montes), dentro de corolas a 100 metros de los núcleos urbanos. Para entender lo que esta ley supone para nuestro territorio, señalar tres situaciones en las disposiciones de la ley y sus consecuencias.
Uno. En los entornos de los grandes y medianos asentamientos, esta corola impide su desarrollo futuro con un urbanismo mínimamente eficiente, viable, ordenado, y de continuidad en sus tramas urbanas. Esto será así en Potes, San Vicente, Comillas, Noja, Liérganes, Ampuero, Ramales, etc, ayuntamientos de menos de 5.000 habitantes (el 82% de los de la región).
Como referencia, construir 20 viviendas en un bloque colectivo ocupa unos 1.000 metros cuadrados de suelo y si se quiere hacer en viviendas unifamiliares, con parcelas de 2.000 metros cuadrados como pretende la nueva ley, la superficie que se ocupa es de 40.000 metros cuadrados. Esto es territorialmente insostenible. Supondrá la renuncia, en la mayoría de municipios y pueblos, a los principios básicos del urbanismo, basados en el estudio de los asentamientos, sus necesidades y la planificación racional de su ordenación y desarrollo.
Dos. En la marina, la zona llana y más poblada de Cantabria desde Colindres a Unquera, dada la características de su poblamiento tradicional en pequeños asentamientos próximos, supondrá un consumo prácticamente total de suelo disponible, que imposibilitara poder desarrollar, eficientemente, los usos agrícola- ganadero, disponer de espacios para nuevas infraestructuras, polígonos industriales u otros usos con nuevos requerimientos que el futuro nos va deparar y hoy todavía desconocemos. Un suelo hormigonado es un suelo perdido para siempre.
La zona central de Cantabria se convertirá, se está convirtiendo ya, en un continuo infraurbano, donde las identidades de los pueblos se pierden, donde el desorden urbanístico y la banalidad paisajística será la seña de identidad de esta tierra y donde las potencialidades de uso futuro del territorio quedarán invalidadas. ¿Qué suelo utilizable nos quedará en esta Cantabria dentro de 30, 50 o 100 años? Es una renuncia al valor estratégico que el suelo rústico representa y al futuro viable y competitivo para Cantabria.
Tres. En los pequeños pueblos de zonas con alto valor ambiental -Liébana, Polaciones, Saja, Campoo...-, estructuras de poblamiento compacto de origen medieval, que hoy son señas de identidad y valores patrimoniales de nuestra región, verán sus núcleos transformados, con edificaciones ajenas a la naturaleza de sus preexistencias, contra su singularidad y el valor que representan. Se convertirán en vulgares urbanizaciones en donde lo tradicional se verá como lo viejo, aumentando su declinar y abandono. No hay en Cantabria pueblo alguno desarrollado con viviendas aisladas en 2.000 metros cuadrados de parcela. Es la renuncia, desde la ley, a la propia identidad regional, al patrimonio construido y al paisaje.
En el mismo sentido se podrían dar otras argumentaciones sobre medioambiente, cambio climático, economía, movilidad, etc. No existe disciplina de ordenamiento territorial alguna que avale propuestas como las que se pretenden y ello porque implica consecuencias que el conocimiento y las ciencias urbanísticas ya tiene perfectamente estudiadas, valoradas y unánimemente refutadas. También la Unión Europea llevan tiempo advirtiendo sobre la imperiosa necesidad de preservar estos suelos de su urbanización, llevando las residencias a propuestas de ciudad compacta competente en aportar los equipamientos, los servicios y la necesaria interrelación social. Otras regiones en situaciones similares, como el País Vasco, después de su estudio territorial, lleva 20 años con la prohibición total de hacer viviendas unifamiliares en suelo rústico; también Asturias. Todos son conscientes del valor estratégico, patrimonial e identitario del suelo rústico y su necesaria preservación.
Nosotros sin embargo queremos dilapidar millones de metros cuadrados, con innecesarios chalés de segunda residencias, cuando tenemos miles de viviendas vacías, solares sin edificar dentro de los pueblos y miles de construcciones tradicionales arruinándose. Quieren inventar un nuevo 'urbanismo cántabro' sin consideración por las preexistencias territoriales, la construcción histórica, los valores paisajísticos o el futuro. Hagamos de una vez por todas el Plan de Ordenación Territorial -llevamos 20 años de ilegal e incapaz retraso-, que nos señale el modelo de desarrollo que precisamos para Cantabria y como aplicarlo a cada uno de nuestros diversos modos de poblamientos. Necesitamos estudios serios, planificación y ordenación, que nos permita encarar nuestro presente, nuestro futuro, y el de las generaciones venideras, de una manera racional y sostenible. Quizás, todavía estemos a tiempo.
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