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Que son tiempos difíciles, duros y extraños no hay que contárselo a nadie, los sufrimos todos. Han sido muchas las situaciones lamentables y desagradables, pero por encima de todas, quizás ese abandono que hemos descubierto de nuestros mayores. Puede que en muchos casos, ... como sociedad, los hemos arrinconado demasiado,
Ha bastado un simple virus para demostrarnos nuestra fragilidad y la de una sociedad, una comunidad, un país, del propio sistema... Los adivinos del pasado, ahora nos dicen lo que teníamos que haber hecho, pero con muy pocas y honrosas excepciones, a todos nos habían convencido de que venía un virus, que era algo parecido a una simple gripe, y sin embargo, se ha llevado ya a más de 27.000 personas en nuestro país, nos ha dejado la economía en cifras que recuerdan una destrucción masiva, donde el horizonte lo pintan tan negro que asusta. El virus nos ha dado una cura de humildad a casi todos, menos a los responsables políticos que siguen en su mundo, en sus guerras particulares, no son capaces de ponerse de acuerdo para intentar que el daño sea el menor posible, que podamos salir de estar situación con las heridas de menor tamaño. No, ellos siguen con sus expectativas electorales, con sus cuotas de poder, y en esto hemos vivido una transformación digna de un gran estudio sociológico.
Una derecha que ha descubierto la importancia de las comunidades autónomas, que se ha hecho garante de derechos que antes parecía darles menos importancia, que ha encontrado todos los males en el Gobierno de la nación, como si fueran los infiernos de Dante. Por otra parte, una izquierda que centraliza el poder, que abusa de figuras constitucionales para limitar o incluso hasta cuasi suprimir derechos fundamentales, que anda distraída buscando bulos, que hace de la excepcionalidad lo que ahora llaman nueva normalidad en un ejercicio de hipocresía digno de ser descrita por Robert Louis Stevenson en su famosa novela de 'El doctor Jekyll y Mister Hyde'.
Cierto es reconocer que la tarea no es fácil, que seguro que hay personas como el doctor Fernando Simón y su equipo invisible. Les consideran menores de edad, que no pueden aguantar el filtro de la propia ley de la transparencia.
Se anuncia otra vez una ampliación del estado de alarma con poco respeto por los derechos básicos. El art. 116.2 de CE y su fundamento normativo en la declaración del estado de alarma, que nos ofrece el art. 4 de la Ley Orgánica 4/81 no parece una base sólida sobre la que construir un castillo con tantas limitaciones básicas y durante tanto tiempo, pero el tiempo y nuestros tribunales dirán, por muy politizados que estén, que eso es «harina de otro costal».
Ver el derecho comparado internacional nos hace también pensar que debemos usar la ley ordinaria, y si no es suficiente, legislar sobre el vacío detectado. Alemania aplica una ley federal sobre infección, Portugal aplica la norma de emergencia sobre calamidad pública, Francia una ley orgánica aprobada para situaciones de pandemia, Italia a través de la figura del decreto, pero ni Austria, ni Bulgaria, ni Croacia, ni Dinamarca, ni Grecia, ni Holanda, ni Noruega, ni Suecia..., han tenido que recurrir a elementos extraordinarios del derecho para garantizar incluso el confinamiento de sus ciudadanos; algo, seguro, no estamos haciendo correctamente. Incluso la vicepresidenta Carmen Calvo ve la necesidad de esta reforma legislativa
Que lo urgente no mate lo importante, pero sobre todo, que la crítica vaya acompañada de propuestas, de iniciativas que solucionen el problema, que no puede ser tampoco que se diga que el Gobierno todo lo hace mal, pero cuando miras cuál es la alternativa de la oposición, te llevas las manos a la cabeza, al ver el más absoluto de los vacíos. Ver la situación social y económica que nos espera es como para que se tomen en serio, se dejen de mirar hacia dentro, hacia su parcela de poder, de vivir realidades paralelas y mundos irreales, y cumplan el mandato para el que fueron elegidos.
Si tenemos un vacío legal reconozcámoslo y pongamos las soluciones; si tenemos un gran problema de recursos en nuestra sanidad para poder atender una pandemia y proteger a los trabajadores pongamos los medios; si tenemos una situación que ha demostrado que el sistema de nuestras residencias no puede seguir siendo un aparcamiento de nuestros mayores regulemos el mismo, no dejemos a las familias tiradas, aprendamos de experiencias pasadas, y usemos los instrumentos adecuados como puede ser el ingreso mínimo vital. Eso sí, que los tribunales delimiten las responsabilidades e infracciones que se han podido cometer sobre todo cuando el resultado final es tan terrible. Incluso si usamos un régimen sancionador inadecuado, pues cambiémoslo.
Ahora que lo que suena de verdad es la alarma en todo el Estado, cuando el trabajo de reconstrucción de la normalidad no va a ser nada fácil, es una obviedad que se necesita todo el apoyo posible, que hay que pedir aquello tan usado de «altura de miras» de personas que estén por encima de su entorno, parece que Margarita Robles, el señor Martínez-Almeida, Yolanda Díaz..., pueden ser personas de consenso, busquemos esos perfiles tan necesarios en estos momentos. Como decía García-Page, si no están a la altura, toda una generación de políticos de nuestro país, los ciudadanos posiblemente los mandaremos a la... reserva.
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