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Recientemente falleció mi tío Eliseo Aja, el intelectual de la familia, catedrático emérito de Derecho Constitucional y el mayor experto en sistema autonómico español. El hecho de que un cántabro llegase a presidir el 'Tribunal Constitucional de Cataluña' (Consell de Garanties Estatutàries) da muestras de ... su mérito y capacidad. Nacido en una familia humilde y sin estudios, pasó su juventud siendo, junto con el poeta y profesor de filosofía Fernando Llorente, los únicos varones del instituto que estudiaban 'letras' - algo por entonces considerado 'para chicas'- y jugando a fútbol en el juvenil Racing, algo sólo 'para chicos'.
Ya como estudiante de Derecho en Valladolid, cumplía con la premisa que siempre me insistió: «Elige aquellas materias que te gusten y empléate a fondo con ellas, el resto simplemente apruébalas». Muy pronto supo que quería dedicarse a algo que en la España franquista no existía: el derecho de las Constituciones. Así, tras asistir a su conferencia, abordó a un joven profesor de Barcelona llamado Jimenez de Parga. Como hicieron buenas migas, decidió irse -'a la aventura' y sin apenas recursos- a la ciudad condal, para cursar el último año de Derecho y el doctorado. Allí se introdujo en los ambientes académicos más activistas contra el franquismo, llegando a ser 'brazo derecho' de otro profesor y político llamado Solé Tura, con quien colaboró activamente en su faceta de 'padre de la Constitución del 78'.
Con la llegada de la democracia, Eliseo probablemente se decepcionó de la política partidista y decidió dedicarse plenamente al mundo académico. «Creo que desde aquí puedo ayudar, influir y llegar a mucha más gente, que si hubiera seguido en política», solía comentar. Y probablemente tenía razón, si tenemos en cuenta que entre sus discípulos declarados que han lamentado su muerte hallaríamos desde ministros actuales o recientes como Illa o Iceta, presidentas del Congreso como Batet, expresidentes de la Generalitat como Montilla, multitud de académicos del ámbito del Derecho y las Ciencias Políticas... y hasta el actual presidente del Barça.
Su interés y conocimiento del nacimiento y evolución del sistema autonómico le llevó a centrar su obra en cómo mejorarlo, como alternativa al creciente enfrentamiento polarizado entre nacionalismos excluyentes (centralista y periféricos), que nos viene abocando a un conflicto creciente y al riesgo de desmembramiento de una o más Comunidades.
Sus aplastantes argumentos --lógicos, técnicos, y basados en el sentido común- deberían haberse mantenido al margen del debate partidista, pero nuevamente ocurrió que las voces más sensatas de nuestro país se ven silenciadas por los gritos de unos y otros sectores antagonistas, ambos partidarios del 'cuanto peor, mejor'.
En síntesis, Eliseo defendía que se hace necesario avanzar en el actual sistema autonómico -'cuasi federal'- hasta un federalismo cooperativo, inspirado en el alemán (o el de otras democracias destacadas como EE UU, Canadá, Suiza, Bélgica, Austria, etc). Para ello sería necesario corregir las rigideces propias de una Constitución del 78 que nació sin tener claro cuál era su modelo territorial y dejó 'para el futuro' una serie de problemas e indefiniciones que debían haberse abordado legislativa y políticamente, algo que nunca ocurrió. Cuestiones pendientes como la reforma del Senado en una cámara verdaderamente territorial, un reparto competencial más claro y definido, la modernización y concreción constitucional del sistema de financiación, la participación de las Comunidades en las decisiones y leyes de la UE que les afectan, el establecimiento de mecanismos de colaboración y negociación entre Comunidades autónomas (ya que, en la práctica, sólo se relacionan directamente con el Estado para 'sacar tajada') ...
Una serie de técnicas, en fin, que ya existen en otros países y que contribuirían a reducir la conflictividad entre Autonomías y de éstas con el Estado. Conflictos que, en lugar de dirimirse políticamente mediante el acuerdo y la negociación entre las partes, se trasladan a un sobresaturado - y politizado- Tribunal Constitucional, que tarda una media de 8-10 años en dictar sentencia, cuando en cualquier otro país federal solamente interviene en último término, cuando el conflicto es insalvable.
De hecho sería inviable pensar en un Länder que criticase abiertamente al Estado alemán ante las instituciones europeas, por ejemplo, porque allí se entiende que el sistema federal tiene un componente 'amistoso y leal - de ayuda mutua y confianza- entre los Länders y entre estos y el propio Estado.
Este 'federalismo asimétrico', donde no todas las CCAA tendrían por qué tener las mismas competencias, pero tampoco privilegios innecesarios, se concibe por Eliseo como la mejor forma de repartir y coordinar el poder en situaciones tan complejas como la realidad territorial española, con sus particularidades y 'hechos diferenciales' (el bello slogan «somos diferentes, somos iguales» tiene también aquí plena cabida).
En fin, este tipo de reformas urgentes requieren del acuerdo de los principales partidos del país, razón por la que se han ido postergando. En ese sentido el liderazgo de Feijóo -con una concepción territorial menos centralista- abren una rendija a la esperanza de entendimiento (no olvidemos que, contra todo pronóstico, fue el gobierno Aznar quien pactó con los nacionalistas).
No obstante, el sueño de Eliseo me temo que seguirá siendo eso, un sueño. Porque en su impecable análisis jurídico no sé si tuvo en cuenta otros aspectos sociológicos, como el de que unos de los valores de nuestra cultura política sea el sentimiento de 'agravio comparativo'; es decir el hecho de que nos fijemos más en lo que tienen los demás que en lo nuestro. O dicho de otra manera menos sociológica y más literaria: la envidia sigue siendo uno de los principales pecados capitales 'made in Spain', al margen de territorios.
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